Tanto es así que el debate de las enmiendas a la totalidad arranca hoy sin que el pacto esté cerrado con los nacionalistas vascos, cuyos cinco escaños son cruciales para que el Pleno del Congreso no tumbe las cuentas del Ejecutivo en la votación que se celebrará mañana. El «tira y afloja» sigue siendo tenso, aunque, lejos de romper, los dos equipos negociadores ambicionan un acuerdo que anunciar en «cuestión de horas». Sería el primer pacto de alcance entre el PP y el PNV en veinte años. El primero desde la etapa en la que el partido nacionalista, con Xabier Arzalluz al frente, facilitó el Gobierno de José María Aznar. Se espera que Mariano Rajoy y el líder vasco, Andoni Ortuzar, den el espaldarazo definitivo al acuerdo hoy mismo.

La rúbrica deberá llegar antes de que el portavoz del PNV, Aitor Esteban, tome mañana el turno de palabra en la Cámara y posteriormente se voten en bloque las siete enmiendas de totalidad de sendos grupos de la oposición. Pero el entendimiento no es fácil porque, más allá de la materia estrictamente presupuestaria y el Cupo vasco, ha entrado en juego la histórica reivindicación de los nacionalistas de blindar su autogobierno, económico y político. Romper con la actual «absoluta subordinación al Estado», según su plan de nuevo estatus. Y a eso, el Gobierno se opone.

SIGUE LEYENDO EN ABC