Este fin de semana un jurado en Boston ha condenado a muerte Tsarnaev, uno de los dos terroristas que fueron responsables del atentado que provocó, en 2013, tres muertos y 264 heridos. Cuando cometió el crimen el joven checheno tenía 18 años. La fiscalía ha presentado la decisión como una fórmula adecuada para defender a los Estados Unidos del terrorismo. La condena puede ser apelada, así que no sabemos todavía cuál será el final de este caso. La pena de muerte no está justificada, menos en un país como Estados Unidos donde hay suficientes mecanismos para evitar la posible amenaza que supone un condenado por terrorismo. Es una cuestión moral. No se lucha contra la muerte con más muerte. El crimen de Tsarnaev es deleznable, pero no por eso hay que negarle la posibilidad de rehabilitarse. Una sociedad es más desarrollada cuanto más distingue entre el delito y el delincuente, cuanto más favorece la posibilidad de que cualquiera pueda rehacer su vida. Muchas familiares de las víctimas han pedido que a Tsarnaev se le conmute la pena. Es importante  escucharlas. También entre nosotros hay quien se ha arrepentido y ha pedido perdón por sus delitos de terrorismo. Tampoco podemos cerrarles las puertas.