En vísperas de la publicación de su encíclica dedicada al cuidado de la Creación, el Papa Francisco acaba de pronunciar un importante discurso sobre la ecología humana. En sus palabras a los participantes en el encuentro promovido por la Asociación Ciencia y Vida, el Papa ha insistido en un aspecto básico de la dimensión social del cristianismo, en el que se sintetizan no pocas de las cuestiones principales de la doctrina de la Iglesia: la necesidad de tutelar y promover la vida humana a través de unos principios antropológicos y biológicos adecuados.La ciencia está al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la ciencia. Para Francisco, “la existencia de la persona humana es su principio constitutivo; es el milagro de la vida que siempre pone en crisis toda forma de presunción científica”. El progreso de una civilización se mide por la capacidad de proteger la vida, sobre todo en sus fases más frágiles, más que por la difusión de instrumentos tecnológicos. El Papa ha enumerado una serie de expresiones de descarte que comienza con el flagelo del aborto; continúa con el abandono de nuestros hermanos en los barcos en el Canal de Sicilia; no olvida a quienes mueren en sus lugares de trabajo, porque “no se respetan las condiciones mínimas de seguridad”; y concluye con una referencia a la desnutrición, el terrorismo, la guerra, la violencia; “y también a la eutanasia”, ha concluido Francisco, poniendo en evidencia la necesidad de defender siempre y en toda circunstancia la vida humana.