El calvario que tuvo que pasar a pesar de su corta edad, finalizó cuando su madre logró ir a rescatarla y la pudo traer de nuevo hasta A Coruña, donde residen. Pero el martirio de Mónica comenzó antes del nacimiento de su hija.  Mónica tuvo su hija en la casa de un pastor de cabras al norte de Marruecos, cuando iba de camino a España en el año 2004. Le puso el nombre de la comadrona que la ayudó. Ambas montaron en una patera que desembarcó en Motril (Granada) después de un duro viaje. Terminó en un prostíbulo de Pontedeume, a medio camino entre A Coruña y Ferrol, donde quedó atrapada en la red que tejió su marido y su cuñada para explotarla sexualmente a las pocas semanas. Su marido, el padre de la  niña, la maltrató física y psicológicamente hasta que logró escapar en septiembre de 2005 con la ayuda de las monjas del centro de O Mencer. Allí le abrieron las puertas de otra vida. Fregó platos, peló patatas, y le formaron en geriatría. Desde años, cuida a un anciano. El padre de la niña desapareció de su vida hasta que cumplió ocho años. De repente, después de estar con su padre, la pequeña desaparece y la policía comienza a investigar. Descubren que se ha llevado a la niña a Benin City y ha vuelto sin ella. Mónica no se lo pensó y fue hasta Benin City. Allí contactó con un primo policía, una sobrina y dos guardaespaldas callejeros. Se plantó con un coche en la casa de la familia de su exmarido sin saber con certeza si era allí donde retenían a la niña. Y allí la encontró. Durante cinco noches, tuvieron que ocultarse en varios hoteles de Benín y Lagos. Nigeria no dejaba salir a la niña sin permiso paterno ni podía entrar en España sin papeles. Su ex marido y padre de la niña está en libertad con cargos a la espera del juicio, y Mónica teme que esta historia se repita o haga daño a la niña.