No es casual que la normalidad institucional y social se esté rompiendo con un clima generalizado de alteración callejera, de acoso a las instituciones del Estado y a quienes la representan, y con la provocación como forma de hacer política. Una galaxia de grupos antisistema, en la órbita de la extrema izquierda, explotan el descontento social para desestabilizar España, lo increíble es que la oposición socialista mire este proceso con comprensión cuando no con alborozo y apoyo. Quizás recuerdan la eficacia de las movilizaciones del Prestige y del “No a la guerra”.Tenemos una muestra en el espectáculo que varios diputados ofrecieron ayer en el Congreso, con provocaciones permanentes no sólo a la presidencia sino a la dignidad de la propia institución que si por algo se debe caracterizar es por ser sede del debate público racional. La gravedad de estos hechos radica no sólo en las intenciones, ocultas o manifiestas, de quienes los protagonizan, sino en la complaciente actitud del Partido Socialista y de sus terminales mediáticas que aprovechan, sin escrúpulos, estas formas antidemocráticas de hacer oposición. Es una complacencia que revela la incapacidad del PSOE de Rubalcaba de presentar un proyecto coherente, a la altura de las necesidades de España, que asuma los valores del diálogo y de destino común que caracterizaron períodos pasados de progreso de nuestra reciente historia.