Como si del mito de Sísifo se tratara, Grecia parece condenada a volver a empezar. Los griegos volverán a las urnas el próximo 25 de enero. Esta misma mañana se ha quemado el último cartucho, al no salir elegido el candidato a la Presidencia, Stavros Dimas, en la tercera y decisiva votación parlamentaria. Incluso antes de que se produjera la votación, la Bolsa de Atenas ya perdía un 8,1% y se disparaban los intereses sobre los bonos griegos. La Unión Europea aguarda expectante y las conversaciones abiertas sobre el programa de rescate quedan interrumpidas al menos hasta la formación de un nuevo Gobierno.Siendo preocupante el presente, lo peor es la incertidumbre que se cierne sobre el futuro. Si no se produce un vuelco en el estado de opinión, todo parece indicar que el ascenso de Syriza, la formación de izquierda radical, inspiradora de Podemos, va a ser meteórico. La desesperación de un pueblo es el mejor caladero de votos para las propuestas utópicas, por mucho que no pasen de ser ensoñaciones irrealizables en un programa político de gobierno. La mera posibilidad de que formaciones de este tipo accedan al gobierno, da una idea de lo mal que se han hecho algunas cosas, de las verdaderas raíces de la tan cacareada crisis económica, y de la urgente regeneración moral que necesitamos, antes de que sea demasiado tarde.