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Mensaje del Obispo de Ávila con motivo del inicio del Adviento

"¡No nos dejemos robar la esperanza!"

El adviento es para los cristianos un tiempo de espera, un camino de esperanza que nos hará gritar desde el corazón como humildes peregrinos: ¡Marana-tha! ¡Ven, Señor Jesús! Es como si quisiéramos llamar a Dios con tantos nombres diferentes: “Oh Sabiduría, Vara de Jesé, Llave de David, Sol naciente, Estrella radiante de la mañana, Rey de la gloria”. Así ponemos de manifiesto nuestra esperanza y la esperanza de todos los pueblos: ¡Ven! el mundo te espera, te necesita. Dice Papa Francisco “La Iglesia es como María “está en espera de un parto”. En su corazón la Virgen sentía lo que sienten todas las mujeres en ese momento” tan especial: esas percepciones interiores en su cuerpo y en su alma, y en su corazón decía seguramente al niño que llevaba en su seno: “¡ven!, quiero mirarte a la cara porque me han dicho que serás grande” (H 23/XII/2013) Nuestra alma se asemeja a María, está en espera por la venida del Señor.

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 27 abr 2017

Al comenzar el Adviento del V Centenario quisiera proponeros tres formas de vivir la esperanza con Santa Teresa. Esperanza en oración, en vela, con una actitud de alerta, vigilante, a la expectativa, no dormida ni aletargada. “Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento” (Mc 13, 33). Por eso el Adviento provoca en nosotros un deseo de mirar hacia el interior, de hacer un silencio con el ánimo de purificar nuestra vida, de reconocer nuestras deficiencias, nuestra debilidad,  somos pecadores, nuestra naturaleza es frágil. Sabemos que los dones de Dios se conservan en nosotros como en vasijas de barro (2Co 4,7) por eso no nos vence la desesperanza, sino que confiamos en poder ser consolados con la venida del Señor. “Consolad, consolad a mi pueblo –dice vuestro Dios- ; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle que se ha cumplido su servicio y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados” (Is 40, 1-2) El Papa Francisco comenta este pasaje de Isaías: “Cuando un cristiano pierde la esperanza, su vida no tiene sentido. Es como si su vida estuviese ante un muro, ante la nada. Pero el Señor nos consuela y nos rehace con la esperanza para seguir adelante. Lo hace con una cercanía especial a cada uno de nosotros” (H 10/XII/2013) Con Santa Teresa recordamos también que el Adviento reviste un carácter ascético penitencial. Ella asegura que aunque “cansadísima… no he quebrantado el adviento” es decir, ha practicado “ayunos y disciplinas”. Nos hará bien pensar: quebrantar el adviento es romper la esperanza. Al encuentro en esperanza solidaria. La virtud de la esperanza que despierta nuestra fe, es el camino por donde llega el amor y se convierte en esperanza de puertas abiertas. Entonces podemos hablar de una Iglesia “en salida”, y nosotros tomamos una actitud espiritual que prevé un estilo de apertura. El Papa Francisco nos advierte que no debemos colocar nunca en la puerta de nuestra alma un educado cartel con la inscripción “se ruega no molestar”. Santa Teresa nos invita a esperar el nacimiento de Jesús en solidaridad con María y con José que, camino hacia Belén, van pidiendo asilo: “Si queréis darnos posada/ a mí y a aquesta doncella/ con lo que nacerá della/ os quedará bien pagada”. Cuando Jesús llame a nuestra puerta buscando posada, que nos encuentre en actitud de acogida, sin dejarnos contagiar por la “cultura del descarte” al no reconocerlo en nuestros hermanos más pequeños, más frágiles, más pobres. Que no merezcamos aquella afirmación “no hubo lugar para Él en nuestro mesón”. Seamos “mesoneros” de Jesús reservando para María y para José un sitio preferente en nuestra posada. Salgamos al encuentro del Señor acompañados de buenas obras “mientras aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (1Cr 1, 7). Esperanza con un corazón alegre, confiado. Porque nuestra esperanza tiene su raíz en una Promesa, anhelamos que algo suceda: “Sí, vengo pronto”. Amén. ¡Ven Señor Jesús!” (Ap 22,20). Hoy como ayer aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo no sólo haciendo memoria de la esperanza del pueblo de Israel sino reavivando en nuestros corazones la verdad de una presencia: Dios Amor, autor de la historia de la salvación del hombre. El Adviento es un camino de esperanza que hemos de recorrer juntos en nuestras comunidades parroquiales, en nuestra comunidad diocesana. Juntos permanecemos vigilantes para no dejarnos vencer por la somnolencia de la pasividad, para no sestear con la pereza espiritual sino asegurar la permanencia de la llama de nuestra fe, para que Jesús nos encuentre unidos en vela, ¡Velad! El Papa Francisco nos alerta frente a los usurpadores de la esperanza, falsos profetas que siembran desilusión, derrotismo, corrupción, indiferencia, sinsentido etc… Por eso también yo os exhorto: ¡No nos dejemos robar la esperanza! cada uno en particular unidos a toda la humanidad. Queridos diocesanos, os invito a preparar juntos la venida del Señor con una “esperanza orante”, con “esperanza solidaria”, y con “esperanza gozosa” que nace de la Promesa que se cumplirá. Mi bendición para todos.

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