El presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha perdido este fin de semana dos asaltos en el combate que libra contra la libertad de su pueblo. La primera derrota ha sido cancelar el encuentro que tenía previsto celebrar con el Papa Francisco. Esa cancelación ilustra bien el miedo que le tiene Maduro a la libertad. El Santo Padre está siendo el impulsor de algunos procesos de reconciliación y de apertura en el panorama internacional. Quizás el más destacado es el que ha permitido una nueva fase en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Hasta Raúl Castro se reúne con Francisco y le escucha. Cuba va hacia una mayor apertura, Venezuela se cierra bajo la bota de la tiranía. La segunda derrota ha sido provocada por el poco seguimiento que han tenido las protestas contra la visita de Felipe González. La presencia del expresidente del Gobierno es un toque de atención para la comunidad internacional y especialmente para la comunidad iberoamericana, que ha sido muy pasiva ante los atropellos de Maduro. Hay más de 20 presos políticos que han recurrido a la huelga de hambre en el país para pedir la libertad. Es una medida extrema que no debería poner en peligro sus vidas. Pero su arrojo debe ser una invitación a que la oposición se una y a que la presión externa aumente.