Los resultados que han arrojado las urnas en las elecciones legislativas italianas abocan a la ingobernabilidad. Un empate de facto entre el centro izquierda de Bersani y el partido de Berlusconi, el desplome de Monti y el ascenso del cómico antisistema Beppe Grillo convierten el mapa político de Italia en una broma pesada. La caída en la participación global y el auge del populismo son síntomas evidentes de una desafección en los electores. El descrédito de los políticos termina por arrastrar a la Política con mayúscula y de ahí se derivan graves consecuencias que afectan al conjunto de Europa. Para España, la incertidumbre made in Italia es una pésima noticia. Entre otras cosas está en juego la financiación de la deuda, en un escenario que necesita estabilidad en el conjunto del viejo continente y no una situación técnica de bloqueo en un país tan decisivo como el italiano. La negativa reacción de nuestra prima de riesgo muestra hasta qué punto nos incumbe cualquier aventura con tintes antieuropeístas y antisistema. Ahora mismo hay demasiados interrogantes abiertos: el difícil pacto de gobernabilidad sería la única solución para evitar volver pronto a las urnas. Pero simplemente el hecho de que Berlusconi o Grillo tengan la llave para abrir las puertas, nos da una idea bastante aproximada de lo lejos que en este momento está Italia de la regeneración que tanto necesita.