En circunstancias muy distintas pero con una firmeza hasta ahora desconocida, diversos países árabes y africanos han tomado la decisión de plantar cara a los islamistas radicales que tratan de imponer por la violencia la forma más rigurosa de la «sharía». Se añade a ello la decisiva intervención del Ejército francés en Malí para desalojar a los terroristas asentados en el norte del país que amenazaban con tomar todo el país y que aún se mantienen activos. Aunque no ha mostrado la misma decisión para afrontar el caso de la República Centroafricana.  El norte de Nigeria es escenario desde la pasada semana de una intensa ofensiva del ejército regular contra los seguidores de la secta islamista «Boko Haram» que se ha distinguido en los últimos años por sus matanzas entre las minorías cristianas además de la destrucción de iglesias. Este domingo ha sido Túnez, el país pionero de la llamada primavera árabe, el que ha suspendido un congreso del movimiento salafista que propugna la guerra santa, mientras la Asamblea nacional debate todavía la inclusión en la nueva Constitución de la ley islámica como única fuente jurídica. Lo llamativo del caso tunecino es que han empezado a proliferar las asociaciones de jóvenes partidarios de la libertad religiosa al tiempo que acusan al Gobierno de favorecer las actividades de los «yihadistas». En este contexto la expulsión de España de un supuesto espía marroquí que reclutaba yihadistas para combatir en diversos países parece fruto de un acuerdo generalizado de la lucha antiterrorista internacional que empieza a extenderse por los países del arco mediterraneo