La memoria en nuestro país es selectiva: se olvida y se recuerda lo que se quiere olvidar o recordar, según mande la ideología partidista. Al principio de la Transición se aprobó una sabia Ley de Amnistía que ahora quieren olvidar muchos: el pasado quedó relegado a los libros de Historia para dar paso a la convivencia. Luego vino Zapatero y nos trajo su propia “memoria histórica” para desenterrar lo olvidado, justo lo contrario de lo que ocurre con el mayor caso de corrupción que se ha conocido en España: los fraudes de los Eres y de los cursos de formación en Andalucía. Los responsables de la Junta han sufrido un ataque colectivo de amnesia y no recuerdan nada. Como contraste tenemos el huracán político desencadenado por la amnistía fiscal que aprobó el Gobierno de Rajoy para que aflorasen las cuentas opacas que muchos españoles tenían –y parece que aún tienen- en paraísos fiscales. Lo más llamativo de este nuevo esperpento de la política española es que el mismo Partido Socialista que ahora persigue con auténtica saña al ministro Montoro, ha olvidado que fue el inventor de las amnistías fiscales en tiempos de Felipe González. Como también pretende olvidar demagógicamente que fue el autor de la ley que prohíbe la divulgación de los nombres afectados por ellas, como ayer recordaba el director de la Agencia Tributaria. El caso es que entre olvidos y recuerdos, nos enfrentamos a una campaña electoral con dardos envenenados contra la convivencia, el civismo y hasta la democracia, basada en el respeto a la ley.