París acoge el domingo una multitudinaria manifestación contra el llamado “matrimonio homosexual”. En los últimos meses se han celebrado por toda Francia cientos de protestas que ahora culminan en esta gran convocatoria. Frente al eslogan del Gobierno socialista “Matrimonio para todos”, los organizadores de la marcha han elegido el lema “Manifestación para todos”. La Iglesia ha liderado la oposición a esta ley, pero se ha conformado un amplio y variopinto movimiento transversal, con grupos de todas las ideologías, incluidos activistas homosexuales contrarios a la redefinición de una institución que es pilar básico de la sociedad. Está en juego una reforma de la civilización, ha advertido el cardenal Vingt-Trois, Presidente de la Conferencia Episcopal. Según ha argumentado también el gran rabino de Francia, en el fondo de este proyecto late una ideología profundamente individualista que niega el valor intrínseco del matrimonio y de la paternidad, y los contempla como simples instrumentos de satisfacción personal, por lo que la parte más débil, sobre todo el niño, resulta la gran perjudicada. Argumentos como éste han calado en la opinión pública. Se ha desvanecido el apoyo inicial a la reforma y una mayoría social es ahora partidaria de un referéndum. De hecho, el gran éxito de esta movilización quizá no es tanto el compromiso de la oposición de centro- derecha de derogar en un futuro la ley, sino que por una vez, en el debate público, frente a los habituales tópicos políticamente correctos se hayan abierto paso los argumentos.