En el discurso inaugural de la Asamblea Plenaria, el Cardenal Rouco ha pedido que al concluir ahora el Año de la fe hagamos sincero examen de conciencia para ver si nos hemos entregado adecuadamente a la tarea de redescubrir la fe. En el discurso ha habido también un amplio espacio para que el Cardenal abordara el momento actual de nuestra sociedad. Las relaciones Iglesia-Estado, que encuentran ya desde hace años el adecuado y eficaz marco de relación en los Acuerdos de 1979; la crisis económica, con una mención especial al drama del paro y a cuantos lo sufren, y un reconocimiento explícito a tanta gente que en la Iglesia se dedica a diario a los que más lo necesitan; la preocupación por el hecho de que la unión fraterna entre todos los ciudadanos de las distintas comunidades y territorios de España, con tantos siglos de historia en común, pudiera llegar a romperse; la vivísima preocupación por el matrimonio y la familia; la oración por el pueblo filipino; el recuerdo a las víctimas del terrorismo; y la situación en la que viven tantos perseguidos a causa de su fe en todo el mundo, en particular los cristianos sirios.Como dibuja este amplio panorama, los obispos tocan muchos asuntos, no solo los que, a veces de manera parcial y sesgada, recogen algunos medios de comunicación. A los católicos nos toca colaborar con nuestros pastores en esa delicada, exigente y decisiva tarea que tienen entre manos, para llegar al corazón de tanta gente que aún no conoce la Buena Noticia del Evangelio, o que no la conoce bien.