Esperanza tiene 46 años y vive en Madrid. Con 18 años tuvo su primer hijo y se tuvo que enfrentar a ser madre soltera en un pequeño pueblo de Castilla-La Mancha. Poco después se marchó a la capital de España, donde llevó “una vida desordenada”. Se quedó embarazada de un chico con el que tenía una relación sin compromiso: “Tú en tu casa, yo en la mía, y, si es posible, Dios en ninguna de las dos”.

El chico le dijo que no quería saber nada y lo único que le aconsejó fue que abortara. A partir de ahí, todo transcurrió muy rápido: “Lo había pasado mal por ser madre soltera en un pueblo pequeño. Era una mancha. No fui capaz de decirle a mi familia que estaba embarazada. Me ofrecieron el aborto en 24 horas. No es tiempo. Necesitas tiempo para que te digan qué consecuencias va a tener, físicas y psicológicas. No tuve la oportunidad de que me pusieran otras opciones”.

Esperanza experimentó “la soledad tan profunda que siente el corazón de una mujer” cuando aborta. Pero salió adelante. Se unió a la Asociación de Víctimas del Aborto, con la que colaboró en el libro ‘Yo aborté’. Su testimonio llegó incluso a Naciones Unidas.

Un cambio de mentalidad

“La clase política no es sino reflejo de la sociedad civil”, señala Antonio Torres, presidente de RedMadre, para referirse a las leyes que atentan contra el derecho a la vida. Torres cree que “la mentalidad respecto al aborto ha cambiado”, y ha quedado atrás la época en la que la clase política y la sociedad “fueron muy insensibles e indiferentes con madres en riesgo de exclusión social”.

“Es un hecho que las leyes del aborto han sido promovidas por el PSOE, pero no podemos dejar de reconocer que el PP no hizo nada para revertir estas leyes”, lamenta Torres, quien mantiene la esperanza en que el Gobierno popular haga “honor a su palabra”. “No hay ninguna ley que pueda legitimar la muerte de un inocente en ningún momento de su desarrollo”, sentencia.

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