Vladimir Putin se ha apuntado un gran éxito con su visita a Shangai. Tras una década de negociaciones Rusia y China han cerrado un importante contrato para el suministro de gas ruso, con el que Moscú lanza un importante aviso a Bruselas, ansiosa por diversificar sus fuentes de energía. Además de estrechar lazos comerciales, ambos países participan en unas maniobras militares conjuntas y este acercamiento desata especulaciones e incertidumbres en Occidente. China y Rusia han mostrado en los últimos meses escaso respeto al derecho internacional, la primera, con la anexión ilegal de una parte de Ucrania, mientras que Pekín mantiene una agresiva política exterior que tiene en vilo a todos sus vecinos. Pero de ahí a concluir que se ha forjado una alianza sino-rusa que desafía la hegemonía mundial de Estados Unidos media un abismo. Ambos países siguen a años luz de Norteamérica y tienen además intereses a menudo contrapuestos. Dicho lo cual, es evidente que el mundo está cambiando y es cada vez más multipolar. Estados Unidos se ha cansado de ejercer de gendarme mundial y países como Rusia y China están aprovechando para tensar la cuerda en ciertos conflictos, con el riesgo de que la situación se vaya de las manos en cualquier momento. Se hace hoy necesario fortalecer el multilateralismo y reconocer un mayor peso a las llamadas potencias emergentes, pero a cambio, debería quedarles muy clara la exigencia de un escrupuloso respeto al derecho internacional.