Con motivo del Día Internacional de la Mujer que se viene celebrando desde 1977, se están sucediendo una serie de actos de diversa naturaleza en los que predomina la reivindicación del derecho a la igualdad de la mujer en el trabajo y en los diversos ámbitos de la vida social, y el fuerzo por superar las más variadas discriminaciones. Han sido muchas las medidas que los gobiernos, en las últimas décadas, han puesto en marcha para conseguir la plena normalización del protagonismo de la mujer en la vida social. Pero todavía queda mucho camino por andar, principalmente en lo referido a los usos y costumbres que impiden la superación de los obstáculos para una adecuada conciliación entre la vida laboral y la vida familiar. Debemos tener en cuenta, además, las situaciones de terrible discriminación que padecen las mujeres en muchos lugares de la tierra y la agudización de los efectos de la pobreza en las mujeres, como recuerda este año la campaña de Manos Unidas. Más allá del sentido institucional de esta jornada, se necesita un  enfoque que no reduzca la singularidad de lo femenino y la comprensión de la diferencia sexual como factor decisivo para la convivencia, para la transmisión de la vida y la educación. En una sociedad que tiende al activismo y a la competencia desenfrenada, es más necesario que nunca el genio femenino, que como indicó Juan pablo II está especialmente dotado para cuidar la vida.