Celebramos hoy la festividad de la Inmaculada Concepción de María, patrona de España y de numerosos países, dogma de fe proclamado por Pío IX hace poco más de 150 años. Esta fiesta es una de las más arraigadas en nuestro país y la que ya hizo exclamar a San Juan Pablo II que España es la tierra de María. Fue consagrada patrona de España mucho antes de que se proclamase el dogma de la Purísima Concepción, por el entonces rey Carlos III, el gran impulsor del reformismo ilustrado en nuestro país. Hay muchos antecedentes históricos que siglos atrás extendieron por todo el imperio español esta devoción a la Inmaculada, muy en especial en el Cuerpo de Infantería. El pueblo sencillo tenía conciencia del profundo significado de un dogma que venía reclamando desde mucho tiempo atrás. El Papa Francisco, que cada año renueva su visita de oración ante la imagen de la Inmaculada elevada en la Plaza de España, en Roma, señalaba al comienzo del Año de la Misericordia que Maria es la aurora de la nueva Creación, y por tanto, la Madre de la humanidad nueva. Así, la fiesta de la Inmaculada es para los creyentes una gran fiesta de la fe, la fiesta que celebra el “sí” libre de María, una como nosotros, a la voluntad de Dios. Como ha subrayado Francisco, imitando a María nos convertimos en portadores de Cristo y testigos de su amor. Es, por tanto, un día para vivirlo con la mayor de las alegrías.