Este fin de semana se ha producido una polémica entre el Gobierno y la oposición sobre los efectos de la reforma laboral. La ministra Fátima Báñez ha destacado la inversión de tendencia que se ha producido en el mercado de trabajo, y llegó a asegurar que la reforma laboral ha contribuído a que se cree empleo de calidad. Por su parte, el secretario general de los socialistas Pedro Sánchez, afirmó que la reforma laboral ha destruído empleo. Y que la decisión del Tribunal Supremo que suprime  la no prórroga de los convenios colectivos demuestra el fracaso del cambio legislativo. Estamos comenzando un largo período pre-electoral y conviene examinar críticamente las declaraciones que hacen políticos de uno y otro signo. La reforma laboral ha propiciado algo que hasta hace muy poco no era posible en España. Con un incremento del PIB inferior al 2 por ciento se está creando empleo. Se ha ganado en productividad y en flexibilidad. Se ha abierto una brecha en una regulación de las relaciones labores que estaba fosilizada. Pero no conviene ser triunfalista. La reforma laboral no ha conseguido eliminar uno de los graves problemas de nuestro mercado de trabajo: su dualidad. Los que tienen un contrato indefinido suelen gozar de unas condiciones laborales relativamente buenas, mientras que los que no lo tienen reciben a cambio de su trabajo remuneraciones muy bajas y en condiciones muy duras. No es una situación deseable para el futuro. El Gobierno debe vender sus logros pero sin exageraciones. Así ganará credibilidad.