Durante su reflexión, el Papa ha recordado cómo Juan describe rápidamente en dos versículos el hecho en sí de la curación porque lo que quiere reflejar sobre todo es cómo surge la extrañeza de todos y el ciego s esomete al interrogatorio de los vecinos primero y de los fariseos después. También son interrogados los pafres que remiten al hijo nuevamente por miedo a que les echen de la Sinagoga. Pero lo importante es que el ciego s eacerca grafualmente a Cristo al que termina por confesar como la Luz del mundo. El Pontífice establece la distinción entre el ciego que vive esa experiencia de encuentro con el Señor al que se acerca, mientras los fariseos ante este hecho, se alejan más hasta hundirse en su ceguera. Mientras los fariseos reniegan del eñor, el ciego empieza por decir que le ha cuurado para después decir que es un Profeta, y al final le confiesa como la luz del mundo que tenía que venir a devolver la vista. Todo esto el ah servido al Santo Padre para recordarnos que somos muchas veces como esos fariseos que nos amparamos en el orgullo de nuestra ceguera para creer que vemos, por lo que necesitamos ese encuentro gradual con Cristo para confesarle y ser luz ante los demás., como Dios nos pide. También podemos ser esos ciegos que se acercan a Dios para que les devuelva la vista. Esto nos lleva a echar de nuestras vidas tantos comportamientoe que no son cristianos. Francisco ha terminado invitando a renovar nuestro empeño en acercarnos a la Luz Pascual que nos hará renacer por el Bautismoa la vida nueva con la ayuida de nuestra madre la Virgen.