La propuesta de reforma del sistema educativo en Francia, presentada por el gobierno de Francois Hollande, está provocando una interesante reacción social que conviene seguir con atención. A la jornada de paro de ayer le acompaña, desde hace días, un debate social sobre el modelo de enseñanza y sobre los contenidos que forman parte del currículum. Ésta reacción está ligada a la necesidad de dar una respuesta adecuada a la crisis de identidad francesa y a la obligación de ofrecer una respuesta integral a lo que necesitan las futuras generaciones.Francia vive un acelerado cambio de época. Lo que no se sabe con claridad es cómo conjugar algunos principios básicos de la ciudadanía, como la educación de excelencia y la igualdad de oportunidades; o cómo articular la autonomía de los centros con un modelo común de enseñanza en todo el país. Otro de los grandes debates que están presentes estos días en Francia, respecto a la necesidad de un pacto educativo, es el de los contenidos. Por ejemplo el papel de la historia, la formación en historia de las religiones ante una sociedad multicultural, o la pérdida de las humanidades en la enseñanza básica. Lo más interesante de este debate es que no está solo en manos de los políticos. La aportación de los intelectuales y docentes hace posible que los problemas educativos sean una prioridad de una sociedad, la francesa, urgida por su futuro.