El Papa Francisco ha abierto hoy la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, que no se abría desde el histórico Jubileo del Año 2000. Comienza ahora el Año Santo, el Jubileo de la Misericordia que el Papa ha querido convocar y cuya apertura anticipó simbólicamente en la catedral de Bangui, durante su viaje a la República Centroafricana. Francisco ha reconocido que a lo largo de la historia siempre existe la tentación de la desobediencia, que consiste en organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios. Y sin embargo, la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor de Dios que perdona, porque si todo quedase reducido a nuestros pecados, seríamos los más desesperados entre todas las criaturas. Este año santo es un don de gracia. Entrar por la Puerta Santa significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Además, hoy recordamos otra puerta que abrieron hacia el mundo hace 50 años los Padres del Concilio Vaticano II. No se trata de evocar sin más tiempos pasados. Aquel fue un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo, allí donde viven: en la ciudad, en casa, en el trabajo. Y allí sigue llamada la Iglesia a ir, para llevar a todos la alegría del Evangelio y llevarles la Misericordia y el perdón de Dios.