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Críticas de los estrenos de cine del 22 de marzo

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “Los Croods”, “The Host (La huésped)”, “La cocinera del presidente”, “Incompatibles”, “Una bala en la cabeza”, “Érase una vez en Anatolia” y “Por la cara”.

The Croods: Una aventura perehistórica

The Croods: Una aventura perehistórica

cope.escope.es

Tiempo de lectura: 8'Actualizado 27 may 2017

Los Croods: Una aventura prehistórica (The Croods) *** (7). Los Croods son una amplia familia de cavernícolas prehistóricos, liderados por el rígido Grug (voz de Nicolas Cage en la versión original), que les impone vivir la mayor parte del tiempo dentro de una cueva, a salvo de las muchas amenazas que les rodean. Su esposa Ugga (Catherine Keener), la anciana madre de ésta Gran (Cloris Leachman), el hijo mediano Thunk (Clark Duke) y la agresiva bebé Sandy (Randy Thom) aceptan a regañadientes las férreas instrucciones del padre. Pero la inquieta y curiosa hija adolescente, Eep (Emma Stone), ansiosa de aventuras, se rebela contra él, sobre todo después de conocer a otro adolescente, Chico (Ryan Reynolds), que la inicia en el misterio del fuego y la avisa de la inminente destrucción del mundo que conocen. En efecto, un terremoto hace añicos la cueva de los Croods, y éstos y Chico se adentran en una selva paradisíaca, pero llena de peligros insospechados. Mientras tanto, la traumática formación de los continentes avanza inexorable.

Kirk DeMicco (“Space Chimps. Misión espacial”) y Chris Sanders (“Lilo & Stitch”, “Como entrenar a tu dragón”) han escrito y dirigido para DreamWorks este notable filme de animación 3D, el primero de esa productora que distribuye 20th Century Fox. El guión resulta un tanto convencional en su trama romántica, los conflictos generacionales entre los Croods y sus reflexiones sobre el miedo al cambio. Sin embargo, goza de un ritmo frenético, ofrece numerosos gags muy divertidos y plantea situaciones sugerentes —la partida de caza inicial, la huida por la selva…—, que facilitan el lucimiento de la puesta en escena, a menudo muy espectacular y siempre resuelta con unos imaginativos diseños de personajes —sobre todo de animales y plantas singulares—, una animación de primerísima calidad y unos fondos apabullantes en su colorido. El conjunto lo redondea la vibrante partitura del veterano Alan Silvestri.

“Los Croods” nunca alcanza la sobresaliente calidad técnica, ni la hondura dramática, ni la enorme capacidad emocional de las películas de Pixar. Pero, desde luego, está entre las mejores producciones animadas de DreamWorks, y es una estupenda propuesta para toda la familia de cara a las vacaciones de Semana Santa. J. J. M.





The Host (La huésped) (The Host) ** (5,5). La Tierra ha sido invadida por unos singulares y cívicos extraterrestres, que se apoderan de las mentes humanas manteniendo el cuerpo intacto. Casi toda la humanidad ha sucumbido a esta invasión. Melanie (Saoirse Ronan) es uno de los pocos humanos “salvajes” que quedan. Y, cuando se ve capturada, está convencida de que ha llegado su fin. Wanderer, el “alma” invasora asignada al cuerpo de Melanie, ya está avisada de las dificultades que implica vivir dentro de un ser humano: las emociones irrefrenables, el torrente de sensaciones, los recuerdos demasiado vívidos… Pero hay algo con lo que Wanderer no contaba: la antigua inquilina de su cuerpo se niega a cederle el control de su mente. Cuando diversas circunstancias obligan a Wanderer y Melanie a aliarse, huyen hasta un secreto refugio de la resistencia, dirigido por el tío de Melanie, Jeb (William Hurt), y sus lugartenientes, Ian (Jake Abel) y Jared (Max Irons), este último, el antiguo novio de la chica. Mientras tanto, los alienígenas buscan sin descanso a Melanie/Wanderer, con una meticulosa Buscadora (Diane Kruger) a la cabeza.

El famoso director y guionista neozelandés Andrew Niccol, que fascinó con “Gattaca” y “Simone”, y decepcionó con “El señor de la guerra” e “In Time”, vuelve a la ciencia ficción con un proyecto que también decepciona. Se trata de la adaptación de la primera entrega de otra saga literaria de Stephanie Meyer, la autora de “Crepúsculo”. Aunque el contexto argumental es muy diferente, sin vampiros ni hombres-lobo —esta vez son “almas” alienígenas que colonizan cuerpos humanos—, los temas de fondo son similares a “Crepúsculo”: la integración con el diferente, los tríos amorosos, el mundo de los adolescentes, las luchas entre grupos... El resultado es muy plano y a la vez confuso, con diálogos y situaciones ridículas que ya sufrimos en “Crepúsculo”. Además, sostiene al argumento una metafísica muy ramplona, como si fuera una versión de cómic de la concepción dualista de Platón: cuerpos y almas como entes autónomos completamente intercambiables. Vuelve a llamar la atención gratamente el interés de la mormona Meyer en dilatar la castidad de sus jóvenes personajes lo más que puede. Visualmente, la película es correcta, con momentos brillantes, y Saoirse Ronan se confirma como una excelente actriz juvenil. J. O.



La cocinera del presidente (Les saveurs du palais) *** (7). Mientras realizan un reportaje televisivo en una base francesa de la Antártida, dos periodistas australianos conocen a Hortense Laborie (Catherine Frot), una renombrada cocinera del Périgord, que ha pasado un año trabajando allí, y que ahora retorna a Francia. Por los trabajadores de la base, los periodistas irán conociendo la alucinante historia de la discreta Hortense, una sencilla mujer de campo, que ejerció durante más de dos años como chef particular del veterano Presidente de la República Francesa (Jean D’Ormesson). En el impresionante Palacio del Elíseo, ella, su joven ayudante Nicolas Bauvois (Arthur DuPont) y el entrañable maître Jean-Marc Luchet (Jean-Marc Roulot) se esforzaron por agradar al presidente y sus invitados con sus esmerados platos tradicionales, sorteando las trabas de los burócratas politicastros del gabinete presidencial y los obstáculos que les pusieron los cocineros del comedor general del palacio, liderados por el envidioso Pascal Lepiq (Brice Fournier).

Rodada en parte en el mismo Palacio del Elíseo, esta agradable tragicomedia del cineasta y enólogo parisino Christian Vincent (“La discreta”, “Les enfants”) se inspira libremente en la historia real de Danièle Mazet-Delpeuch, que fue cocinera personal del presidente François Miterrand entre 1988 y 1990. El guión de Etienne Comar y el propio Vincent es tal vez demasiado escueto en sus conflictos dramáticos, y poco contundente en sus golpes de humor. En este sentido, “La cocinera del presidente” se queda un poco por debajo de otras películas recientes también basadas en famosos personajes públicos, como “Su Majestad, Mrs. Brown”, “The Queen”, “La Reina Victoria”, “El desafío. Frost contra Nixon”, “El discurso del rey”, “Mi semana con Marilyn”, “De Nicolas a Sarkozy” o “Hitchcock”. Sin embargo, goza de una fresca puesta en escena, un tono general elegante —sólo roto por un par de groseras bromas sexuales— y unas excelentes interpretaciones, sobre todo de la estupenda actriz Catherine Frot y del casi nonagenario y prestigioso escritor, filósofo y periodista Jean D’Ormesson, que debuta como actor con una caracterización sorprendentemente veraz del imaginario presidente francés del filme.

Queda así una película muy humana y nada ideológica, crítica con la clase política y la cocina sofisticada, elogiosa del trabajo bien hecho y de las relaciones sencillas entre las personas, que —al igual que las magistrales “El festín de Babette” y “Comer, beber, amar”— presenta acertadamente la gastronomía como un arte en el que el propio cocinero se realiza como creador agradando a sus comensales. Eso sí, hay que ver “La cocinera del presidente” bien comido y bebido, pues los numerosos guisos, postres y vinos que aparecen en pantalla incitan sin piedad las papilas gustativas del desvalido espectador. No en vano Christian Vincent ha contado con el asesoramiento culinario de Gérard Besson —antiguo chef con varias estrellas Michelín del restaurante homónimo situado en la calle parisina Coq Héron—, Guy Legay —otro antiguo chef con estrellas del Hotel Ritz— y Elisabeth Scotto, estilista culinaria que colabora en la revista Elle. En fin, una película para chuparse los dedos. J. J. M.





Incompatibles (De l’autre côté du périph) ** (5). En medio de un clima de gran crispación social, aparece en un suburbio de Bobigny, cerca de un local de apuestas clandestinas, el cuerpo sin vida de la esposa de Jean-Éric Chaligny (André Marcon), uno de los empresarios más influyentes de Francia. Investigarán el caso dos policías muy diferentes: el extrovertido e impulsivo Ousmane Diakité (Omar Sy), oficial de la Sección de Delitos Financieros de Bobigny, y François Monge (Laurent Lafitte), estirado y legalista capitán del Departamento de Homicidios de París. Sus indagaciones les meterán de lleno en el lado más oscuro de la patronal y los sindicatos, encarnado por Daniel Cardinet (Lionel Abelanski), el turbio secretario de Chaligny.

Tras el taquillazo internacional de “Intocable”, el actor francés Omar Sy se consolida como un gran cómico en “Incompatibles”, película de David Charhon (“Cyprien”) que han visto en Francia más de 2.500.000 espectadores, manteniéndose durante varias semanas en el número 1 del box office. El chispeante duelo interpretativo entre Sy y Laurent Lafitte —de la Comédie-Française— es sin duda lo mejor de esta entretenida comedia policiaca, de ágil guión, fluida puesta en escena y espectacular en sus pasajes de acción, pero que se ve gravemente lastrada por su convencional adopción de la fórmula tradicional de los “buddy-movies” hollywoodienses, sus concesiones a la sal gruesa y, sobre todo, su larga secuencia en un “club liberal” de París, sexualmente muy explícita. J. J. M.



Una bala en la cabeza (Bullet to the Head) ** (5,5). Jimmy Bobo (Sylvester Stallone) es un implacable sicario de Nueva Orleans. Tras su último trabajo, sufre un ataque inesperado por parte de Keegan (Jason Momoa), una imparable máquina de matar, que ejecuta sin contemplaciones al compinche de Bobo (Jon Seda). Ansioso de venganza, Jimmy se ve obligado a colaborar con Taylor Kwon (Sung Kan), un honesto detective de la policía, no muy acostumbrado a los métodos expeditivos. Ambos pondrán en peligro sus vidas al sumergirse en la corrupción política y policial de la ciudad.

A partir de la popular novela gráfica “Du plomb dans la Tête” —escrita por Matz (Alexis Nolent) e ilustrada por Colin Wilson—, el septuagenario Walter Hill (“Límite: 48 horas”, “El último hombre”, “Invicto”) dirige con su buen pulso habitual este intenso thriller de acción, descaradamente planteado para la reconsolidación de Sylvester Stallone como estrella del género. El cineasta californiano logra su objetivo gracias a una correcta dirección de actores y a una rigurosa puesta en escena, vistosa en sus secuencias espectaculares, y sugerente en sus incursiones en el cine negro, no exentas de cierto humor del mismo color. Pero el conjunto se devalúa por la escasísima originalidad del guión de Alessandro Camon —muy previsible en sus machadas y carente de perspectiva ética respecto a la venganza—, así como por la obscena sordidez de algún pasaje y un tratamiento de la violencia demasiado brutal. Para los incondicionales de la serie B. J. J. M.




Érase una vez en Anatolia (Bir zamanlar Anadolu’da) *** (6,5). Tras despertar interés con “Lejano”, el interesante pero de culto —o sea, minoritario— cineasta turco Nuri Bilge Ceylan ganó el Premio al mejor director en Cannes 2008 con su película “Tres monos”. El año pasado volvió a conquistar Cannes ganando el Gran Premio del Jurado con “Érase una vez en Anatolia”, una coproducción entre Turquía y Bosnia-Herzegovina, cuyo guión lo firman Ercan Kesal, el propio director y su habitual colaboradora, su esposa Ebru Ceylan.

El argumento se organiza en torno a una comitiva policial, que avanza por la noche por una carretera secundaria de Anatolia en busca del cadáver enterrado de un hombre asesinado. La comitiva la componen el presunto asesino (Firat Tanis), un médico forense (Muhammet Uzuner), un procurador (Taner Birsel) y un comisario (Yilmaz Erdogan), amén de un grupo de soldados y policías. A lo largo de esas interminables horas, vamos conociendo el mundo personal de cada de uno de los personajes, sus dolores, sus heridas, sus anhelos.

Típicamente festivalera, lenta, contemplativa y excesivamente larga, aunque rodada con estilo y dirigida con talento, “Érase una vez en Anatolia” es de esas películas que funcionan por “empapamiento”. El espectador va impregnándose de esos rostros duros, desabridos, de la hostilidad del entorno, de lo precario de los medios, de lo primitivo de los procedimientos… Y acaba entrando en el alma de unas gentes recónditas, de la zona más remota de un enclave entre dos mundos, como es la Turquía profunda. Un ensayo antropológico, sombrío y ciertamente no optimista, aunque interesante, y con destellos de verdadera humanidad. J. O.




Por la cara (Identity Thief) ** (4,5). Sandy (Jason Bateman) es un prestigioso ejecutivo financiero de Denver, felizmente casado con Trish (Amanda Peet) —embarazada de su tercer retoño— y padre de dos encantadoras niñas pequeñas (Mary-Charles y Maggie Elizabeth Jones). El mismo día en que Sandy se inicia como socio de una nueva empresa, la policía lo detiene. El atribulado ejecutivo descubre así que le ha robado su identidad y ha agotado sus tarjetas de crédito Diana (Melissa McCarthy), una obesa, ruda y extrovertida mujer, de oscuro pasado. De acuerdo con el jefe de policía (Morris Chestnut) y con su jefe (John Cho), Sandy viaja a Miami para intentar llevar consigo a Denver a Diana en el plazo de una semana. Pero, además de bregar con la tozuda mujer, deberá enfrentarse con un incansable cobrador (Robert Patrick) y con los violentos sicarios (Genesis Rodriguez y T.I.) de un peligroso mafioso encarcelado (Jonathan Banks).

Tras conseguir en Estados Unidos una recaudación alucinante, se estrena en España “Por la cara”, despendolada comedieta, dirigida con frescura por el especialista Seth Gordon (“Como en casa en ningún sitio”, “Cómo acabar con tu jefe”), y producida y protagonizada por Jason Bateman. Él, Melissa McCarthy y el resto del notable reparto sostienen bastante bien el acelerado guión de Craig Mazin (“Scary Movie 3 y 4”, “Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!”), que depara numerosas situaciones divertidas y acaba haciendo un encendido elogio de la fidelidad conyugal, la paternidad y la compasión. Su grave problema —como casi siempre en las últimas comedias “Made in Hollywoood”— es que el tono dominante es enormemente grosero, plagado de supuestas gracias escatológicas y sexuales, algunas de ellas muy desagradables. Resulta ya cansina esta fórmula paradójica, que intenta aunar un fondo positivo con una forma impresentable. J. J. M.



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