El golpe de mano de Pablo Iglesias en Podemos es algo más que un acto de disciplina interna destinado a acallar las voces críticas que suelen aparecer dentro de las organizaciones políticas. Al fulminante cese del secretario de Organización del Partido, Sergio Pascual, hombre próximo a Íñigo Errejón, hay que sumar las diez dimisiones que se han producido en Madrid y los incendios territoriales en Cataluña, Galicia, el País Vasco, La Rioja o Cantabria. No hay que olvidar tampoco las salidas de Monedero y de la dirigente catalana Gemma Ubasart. Síntomas de una crisis interna que va más allá de si Podemos es una organización política con una potente maquinaria electoral o un movimiento social que tiene como centro los denominados Círculos. Pero lo que también está en juego en este momento es la decisión sobre si Podemos apoya con su abstención la investidura de Pedro Sánchez, o busca unas nuevas elecciones en las que desbordar al PSOE y convertirse en la fuerza hegemónica de la izquierda. La carta que Pablo Iglesias ha dirigido a la militancia contiene varias claves de esta crisis primaveral de Podemos. Co ella pretende imponer una férrea disciplina y un modelo de partido orientado a la conquista del poder. Pablo Iglesias se está convirtiendo en un señor feudal dentro de un partido político que ha crecido como amalgama plural de la movilización y el descontento callejero.