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COPE visita un centro de refugiados

Centros como los de CEAR llevan 30 años trabajando con las personas que huyen de la guerra.

La cocina del centro

La cocina del centro

cope.escope.es

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 10 abr 2017

En uno de los Centro de Acogida de Refugiados que hay en Madrid comienza el taller para buscar empleo. Un técnico enseña a un grupo de usuarios cuales son las claves para conseguir un trabajo, uno de los primeros pasos para lograr una integración con éxito. En el tablón se anuncian diversas opciones de formación: camarero, informático… Una mujer rubia se acerca mientras observo las opciones de aprendizaje que ofrecen diferentes organizaciones. No habla español. Me señala las edades que se requieren para matricularse en esos cursos: “entre  16 y 25 años” o “entre 18 y 30”. “Yo 50, no puedo estudiar, no cursos”. Sus pocas palabras son suficientes para hacerme saber que una de sus primeras necesidades se encuentra con una gran barrera por encima incluso de la idiomática, los años. Irina, llamémosla así, es ucraniana ha llegado a España con su marido a quien nos presenta para justificar también su edad, él sonríe y asiente mientras se sujeta sobre unas muletas. Ha sido de las primeras en estar a la entrada del taller, se la ve fuerte, con determinación, con ganas de salir de esta espiral en la que se encuentran huyendo del horror de una guerra para empezar una nueva vida en centros como éste. Una fortaleza que es el nexo de unión de la mayoría de los exiliados forzosamente.   Este es el comienzo de un día en este centro de Refugiados donde 134 personas aguardan los papeles, la resolución, que confirmen su estatus de refugiado. Son cuatro mil metros cuadrados de zonas comunes como el comedor, la cocina, la sala de estar y zonas más privadas como los dormitorios, zonas donde elegir preservar la intimidad o compartir experiencias.  Por los pasillos mujeres cubiertas con su hijab,  hombres subsaharianos e incluso niños ucranianos jugando con sus espadas de palo intentando colarse en un ascensor que ven cargado de esperanza. Aquí conviven todos y un equipo de profesionales lucha cada día para conseguir llevarlos de la mano para enseñarles a volar.   Marichu  Mayoral es la directora del centro y sabe bien que el objetivo de todos es acompañarles pero sobretodo darles autonomía “Tenemos que jugar a un equilibrio entre el acompañamiento y la autonomía, que la persona se sienta acompañada pero  no caer en el paternalismo, en la sobreprotección  y lograr que no se sienta anulada como persona.”   Las historias de persecución aquí llegan desde Siria pero también desde Ucrania, Colombia o Somalia. Lugares donde las personas sufren persecución por razones políticas, de religión o identidad sexual. “Si hay algo muy importante es que la persona recupere su capacidad de decisión sobre su vida, han decidido salir y salvar su vida pero no han decidido realizar un proceso migratorio. Es fácil que su situación de vulnerabilidad nos haga caer en una sobreprotección de la persona y deleguen en nosotros las decisiones que ellos tienen sobre su vida y tenemos que ser muy cuidadosos. Tenemos que dar un espacio y un margen. A lo mejor no intervenimos sino que pautamos y acompañamos a la educadora social, a la tutora de los niños, colaboramos con los compañeros del área jurídica, les enseñamos  como se preparan entrevistas en la oficina de asilo, como reaccionan en un momento que hay noticias o como reaccionan si no hay noticias,  la angustia o el desconsuelo”   Un equipo de técnicos de asistentes y educadores sociales, y psicólogos se convierten en los ángeles de la guarda de todos ellos. Se encargan de la atención psicológica, de la atención jurídica. Se encargan de la formación, de que aprendan el español y un oficio. Se encargan de acompañarles a la compra, al médico o enseñarles a coger un autobús.   Cada vez hay  más familias procedentes de Siria. De hecho la infraestructura de este gran edificio que sin embargo pasa desapercibido en el barrio, permite que puedan compartir habitaciones comunicadas entre sí los miembros de una misma familia. “El perfil del solicitante de asilo ha ido cambiando. Conflictos como el de Siria ha obligado a huir a familias enteras y los centros deben organizar esa atención. Estamos incorporando esta perspectiva no es lo mismo mujer u hombre solo, sino que si  vienen niños hay que prever escolarización, vacunas, asistencia sanitaria de otro tipo”Hay que gestionarlo en coordinación con todos los recursos en este caso del municipio o la Comunidad.   Entre seis y ocho meses esta pequeña ciudad multicultural se convierte en una plataforma para la integración. En este tiempo esperan  que su solicitud de asilo salga adelante y mientras tanto esta es su pequeña tabla de salvación camino de la integración. Una integración que se ve claramente afectada por la situación económica. Marichu nos cuenta uno de los últimos casos: “Por ejemplo tenemos una familia siria muy activa que busca una vivienda y que se está encontrando con el rechazo de mucha gente que se niega a alquilarles porque son extranjeros” Es una de sus funciones acompañarles a buscar una vivienda “cuando tu llamas es encantadora (la persona que alquila) y cuando se acercan ellos  directamente los rechazan,  a pesar de que habrá un contrato de alquiler, y un certificado en el que garantizamos que todos los meses se le va a pagar, a pesar de todo, se lo niegan. Estamos obligados a justificar gastos porque proceden de los fondos que recibimos”Esta insolidaridad choca contra las buenas intenciones de miles de ciudadanos que están ofreciendo sus casas.   Raquel es la psicóloga del centro “Trabajamos a nivel psico social, el primer encuentro es con la trabajadora social y se ve si necesitan apoyo psicológico y se les ofrece terapia. Hay que tener en cuenta que a veces culturalmente la ayuda de un psicólogo no está bien visto para  personas de determinados países. A los que lo solicitan se les da una terapia continuada y a otras personas se les da un acompañamiento terapéutico disimulado, no tienen la sensación de que se les ayuda, pero si se le está acompañando a todos los niveles.”   En el pasillo donde se encuentran las habitaciones se intuye perfectamente donde hay niños, puertas decoradas de un hogar de paso, pero al fin y al cabo un lugar donde vivir. Dibujos, fotografías, “collages” de todo lo que ven y les sorprende pero que les protege detrás de esas puertas. Puertas que necesitan ayuda las noches en vela, muchas, o los días de ansiedad por no tener noticia de su petición de asilo, para acabar sonriendo como Suleica, quien huyó de la guerra de Somalia y ahora se mueve mientras limpia el centro que le ha dado una oportunidad de vida que agradece en pocas palabras. Otros cuatro refugiados usuarios en su día de este centro permiten que funcione la cocina. Un nuevo proyecto de integración que  ofrece comida con guiños culturales a estos usuarios del Centro.   Con la nueva llegada de refugiados procedentes de Siria o Eritrea este centro se prepara para ofrecer ayuda. Hay un ala que no está terminada por falta de presupuesto, ahí habría cabida a algunos de los 14 mil que España acogerá. ¿Sois optimistas? “Esperemos que se apoyen en la experiencia de 30 años de trabajo para que se de respuesta a demandas históricas que nosotros como profesionales venimos solicitando.” Las solicitudes de asilo tardan demasiado y las ayudas no son como en Alemania o Suecia. Hay realidades muy silenciadas de países subsaharianos que se van dando y que son muchos más silenciosos porque son conflictos olvidados. “NO hay que decirles pobrecitos, pobres familias Tenemos que ampliar nuestra mirada, nosotros tenemos que devolver la mirada que le explique lo que es capaz de hacer, debemos mirarles para  transmitirles esperanza.”      

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