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Rosalía Sánchez | Env. Especial

La Conferencia de Seguridad de Múnich trata de descifrar a Trump

La Conferencia de Seguridad de Múnich trata de descifrar a Trump

La Conferencia de Seguridad de Múnich trata de descifrar a Trump

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 22 mar 2017

Este viernes, hace exactamente diez años, en la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007, Vladimir Putin expuso los objetivos de su agenda internacional para devolver a Rusia al puesto de potencia geopolítica respetada por Occidente que, según su opinión, nunca debió perder, Acusó a Occidente de haber traicionado los acuerdos tácitos negociados tras la caída del Muro de Berlín y que hicieron posible la reunificación de Alemania. Los avances de la OTAN en la Europa del Este eran ya entonces traducidos por Putin como un insoportable ninguneo a su país, una potencia económica, militar y política que estaba decidido a restablecer. Diez años después de aquel discurso, que no alteró el pulso a las grandes figuras de la seguridad y la defensa reunidas en Baviera, Putin ha logrado al menos en parte su objetivo a base de intervenir en los puntos de más frágil estabilidad del planeta y se encuentra con un potencial e inesperado socio, Donald Trump, que parece sentirse cómodo en esa dialéctica nacionalista de postguerra en la que los foros internacionales quedan en segundo plano.“Nunca la paz había sido tan frágil como ahora desde la II Guerra Mundial”, dice esta mañana el director de la Conferencia de Seguridad de Múnich, Wolfgang Ischinger, que califica los primeros intercambios con los nuevos miembros del gobierno de EE.UU. como “difíciles de descifrar” y que reconoce que nunca se había reunido esta Conferencia, que se celebra desde 1963, “en semejante grado de confusión”. Las agendas de la Conferencia, de hecho, siguen abiertas. Tras la rueda de prensa que Donald Trump ofreció anoche desde la Casa Blanca, algunos de los participantes no desean hablar en voz alta o tener que pronunciarse al respecto, por lo que se siguen haciendo modificaciones en los horarios. “Llevo muchos años en la diplomacia y nunca antes había vivido momentos de impotencia como estos. Solo podemos mantener el tipo, mantener canales abiertos con cuantos más socios mejor y esperar. Y lo peor es que tenemos la impresión de caminar a ciegas y de que cualquier paso en falso puede resultar fatal”, confiesa un diplomático que lleva quince años asistiendo a la cita de Múnich y que considera que “nunca fue tan valioso como ahora el foro no oficial y confidencial de intercambio de impresiones que constituye esta reunión”.En esas conversaciones confidenciales se persigue, por encima de todo, aclarar las nuevas intenciones de EE.UU. en materia de política exterior y defensa, a sabiendas de que Putin está preparado para ocupar cualquier vacío que deje EE.UU. en la geopolítica global. Así lo demostró en otoño de 2015, cuando Obama se negó a bombardear Siria y los bombarderos rusos respondieron con ataques que garantizaron la continuidad del régimen de Baschar al-Assad. Por eso en Múnich se espera con ansiedad que comience a hablar el vicepresidente de EE.UU., Mike Pence, en la que será su primera intervención internacional. Igualmente solicitadas están las agendas de los responsables de Defensa, Mattis, y de Seguridad Nacional, Kelly, de quien depende inmigración y refugiados, así como el senador republicado John McCain, que ayudará sin duda a calibrar el potencial desestabilizador de las declaraciones de la delegación estadounidense y a comenzar a perfilar el nuevo orden mundial al que en Múnich se refiere todo el mundo como “PostOccidente”.“En principio, el malestar que va creando Trump con otros países beneficia a Putin, al que los gobiernos de la periferia global perciben como más estable, más fiable, y como aliado imprescindible en este contexto tan incierto”, valora un asesor del equipo de McCain, “en principio Trump y Putin parecen entenderse bien, pero las declaraciones de Trump contra China contienen un potencial de conflicto y Putin ha hecho de China en estos últimos años uno de sus principales socios estratégicos”, señala. En los últimos dos años, Putin se ha reunido con jefes de gobierno de la región en 25 ocasiones. No está cultivando solamente tradicionales amistades como la de Irán, Siria o Palestina, sino que además se ha acercado sensiblemente a Israel, Egipto o Turquía. A todos ellos, al contrario de lo que hace la diplomacia europea, insufla aires de importancia como potencias nacionales y en ningún caso entra a criticar asuntos de libertades o Derechos Humanos, cuestiones que considera concernientes a los asuntos internos de cada país. “Putin ha demostrado que es capaz de articular una diplomacia alternativa, independientemente del diálogo con Occidente”, concluyue Nikolai Koschanow, del Centro Carnegie de Moscú.Rosalía Sánchez, corrresponsal de COPE en Alemania, cuenta todo lo que acontece en la Conferencia de Seguridad de Munich

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