Para la Iglesia creyente y orante, los Magos de Oriente que, bajo la guía de la estrella, encontraron el camino hacia el pesebre de Belén, son el comienzo  de una gran procesión que recorre la historia. Estas sugerentes palabras del Papa, pronunciadas en la homilía de la celebración eucarística con motivo de la Epifanía del Señor, son reveladoras de cómo los hombres que vinieron de Oriente personifican al mundo de los pueblos, a todos los hombres que a través de los siglos se dirigen al Niño de Belén, honran en él al Hijo de Dios y se postran ante él. Y esas palabras apuntan también hacia la peregrinación mencionada, ese “ponerse en camino” al que todos estamos llamados y que los Magos de Oriente supieron entender como nadie.En este contexto, el Papa ha unido la liturgia del día con el hecho de que, siguiendo una tradición iniciada por el beato Juan Pablo II, en esta fecha sean ordenados como obispos cuatro sacerdotes. Como ha mostrado Benedicto XVI, el nexo entre esta ordenación y el tema de la peregrinación de los pueblos hacia Cristo es evidente. La misión del Obispo no solo es la de caminar junto a los demás, sino la de preceder e indicar el camino. El hombre al que se le imponen las manos por la ordenación episcopal debe ser sobre todo un hombre cuyo interés, como el de los Magos de Oriente, esté orientado a Dios, porque solo así se interesara también verdaderamente por los hombres; un hombre para los demás que lo será verdaderamente si es un hombre conquistado por Dios; un hombre, valeroso, que, como se puede presumir, no lo va a tener fácil en esta peregrinación, porque el mundo, en muchas ocasiones, le pondrá a prueba. Quien vive y anuncia la fe de la Iglesia, en muchos puntos no está de acuerdo con las opiniones dominantes, y habrá de mantenerse firme en la verdad. Solo así el obispo será fiel a la misión que se le ha encomendado y será también entonces astro que precede a los hombres y les sabe indicar el camino recto de la vida.