Unas horas después de los atentados de París, el Papa transmitía su cercanía y cariño al pueblo francés, y muy especialmente a los familiares de las víctimas. En una llamada a la televisión de la Conferencia Episcopal Italiana, Francisco afirmaba que se trata de acciones que «no tienen justificación ni religiosa ni humana». Que los autores de esta matanza invocaran a su religión, el islam, no hace sino reafirmar el diagnóstico de Benedicto XVI en Ratisbona, cuando afirmó que la fe está enferma cuando pretende situarse al margen de la razón, del mismo modo que la inteligencia humana queda incompleta si se cierra a las grandes preguntas propias del ámbito de la religión. Desde esa fe en un Dios que es amor, la Santa Sede y la Iglesia en Francia han pedido templanza tras estos sucesos.El portavoz vaticano, Federico Lombardi, advertía frente a la tentación de dejarse llevar por el miedo y el odio, como pretenden los terroristas. No es casual el momento que han elegido, cuando llegan a Europa miles de refugiados sirios y cuando, en algunos países, son evidentes las deficiencias en la integración de personas originarias de países musulmanes. Hoy más que nunca, como decía el padre Lombardi, «es necesario ser prudentes» y «tomar las precauciones que sean razonables, pero debemos continuar viviendo, construyendo paz y confianza recíproca».