El yihadismo es una amenaza real para España. Y no tanto por los yihadistas internacionales sino por los que ya están en nuestro territorio nacional. Hasta hace algunos años los condenados o investigados por delitos relacionados con el terrorismo islamista  no eran nacionales. Pero eso ha cambiado radicalmente desde 2011. Todavía no estamos en los niveles de Francia. Hay 2.000 franceses que está combatiendo en este momento con el autodenominado Estado Islámico en Siria y en Iraq. Según estimaciones fiables son 70 los españoles que se han integrado en las filas de Al Bagdadi. La mayoría provienen de Ceuta y Melilla. En cualquier caso es un claro aviso. Muchos se sienten fascinados por un nihilismo que busca en la guerra y en la acción un escape al sinsentido.La mayoría de la población musulmana española, que ya supone casi dos millones de personas, es magebrí y no tiene ninguna inclinación a la violencia. Pero empiezan a asentarse otras comunidades y en algunas mezquitas se lanzan mensajes muy peligrosos. Podemos ir a peor. Por eso es decisivo trabajar en formas de integración positiva de los musulmanes, evitando la tentación de buscar la salida al vacío en ideologías terroristas. Los líderes de la ya importante minoría musulmana en España deben también ser muy claros: deben mostrar tolerancia cero con los que predican un Islam violento. De ellos depende en gran medida el futuro. La fragmentación de la comunidad islámica hace ineficaz el pronunciamiento de algunos responsables aislados. La tarea es de todos.