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MONS. MARTÍNEZ DE AGUIRRE

"Salir te hace descubrirte a ti mismo"

Monseñor David Martínez de Aguirre Guinea en una reunión de Pastoral

Monseñor David Martínez de Aguirre Guinea en una reunión de Pastoral

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 17 mar 2017

Somos iguales en lo diversoA dos velas. Así tuve que entrevistar al Obispo de Puerto Maldonado, en la Amazonía peruana. Era el mes de agosto, mi segundo verano en Maldonado, en Radio Madre de Dios, y el sexto de voluntariado. Y llegó el friaje (por fin pude saber lo que era). Un cambio brusco y repentino de las temperaturas, acompañado de fuertes vientos. Y ese viento arrancó un árbol que tiró el tendido eléctrico de la Misión de San Jacinto, de los Dominicos. Una semana sin luz hasta que Electrosur, previo pago, solucionó el problema. Por eso estábamos a dos velas y así transcurrió la entrevista con Monseñor David Martínez de Aguirre Guinea. Allí las cosas son muy diferentes. Y uno se acostumbra. Incluso a vivir sin luz una semana. Hablamos de muchos temas de la Misión. Y comenzamos por el lema del DOMUND de este año: Sal de tu tierra. Es fundamental salir de la tierra de uno para un misionero, dice Monseñor Martínez de Aguirre. Él es un dominico joven, de Vitoria, cercano y firme. Lleva en la selva peruana desde 2001 y es Obispo del Vicariato de Puerto Maldonado desde hace dos años. Se cumplieron el 11 de octubre. Para un misionero, afirma, “salir de tu tierra implica una salida geográfica, de nuestras raíces, ir a un lugar lejano. Pero lo más importante es salir de los propios esquemas, de lo que es normal para uno”. Y hace hincapié en nuestra propia concepción de la religión, de Dios, de la vida, de la familia, de la relación con el medio ambiente…el misionero se ve enfrentado, de alguna manera, con el otro, con lo diferente. Es buen conversador y le gusta mucho el lema de este año. “Tienes que salir para conocer una tierra nueva que, al final, te identifica con lo que eres y te hace descubrirte a ti mismo. Te ves en el otro como en un espejo”. Hay que meterse en el mundo de los otros para descubrirse en él. Somos iguales en lo diverso, asegura Monseñor Martínez de Aguirre. Tenemos que “abandonar nuestros esquemas, bucear en el otro y descubrir el mundo de la fe”. Salir de la tierra es descalzarse porque uno pisa terreno sagrado, dice el Obispo. Tenemos que descubrir la presencia de Dios en los demás, que no es como la nuestra. Hay que ver y escuchar la otra cara del prisma, cómo captan y perciben a Jesús de Nazaret. Las culturas no hacen la misma lectura de Jesús. Por eso hay que tener mucho respeto. Y la Iglesia tiene que salir para ser misionera de su mensaje. Pero no sólo por eso, asegura Monseñor David, tiene que salir para airearse, para refrescarse y llenarse del Evangelio. Todo eso “rejuvenece a la Iglesia”. Y a él le gusta animar a la gente a vivir la fe. Habla con entusiasmo de la Misión. Desde España muchas personas la observan con cierta idealización. Es un mundo que engancha, pero no es nada fácil. No es idílico, asegura. Lo importante es la actitud porque estás dispuesto a dar lo mejor de ti, manifiesta el Obispo de Puerto Maldonado. Es la actitud de ir de misión. Lo que sí es cierto, afirma, “es que uno se siente más cercano a Dios. Pero los lunes siguen siendo lunes, y nos encontramos ante las mismas dificultades”. En el departamento de Madre de Dios, y en su capital, Puerto Maldonado, la población es volátil por la fiebre del oro, el sueño de la riqueza fácil. Pero no se cumple y eso condiciona. El trabajo de pastoral es árido, es duro, no se encuentra respuesta. Y el misionero, a veces, esconde su sufrimiento. Hay frustración e impotencia porque no se consiguen todos los frutos. Es muy difícil, dice Monseñor Martínez de Aguirre, pero es gratificante. “Al fin y al cabo, los lugares los hace la gente, y la gente es maravillosa, como en todos los sitios”. Hay una satisfacción grande porque el misionero está donde tiene que estar, aunque también tiene sus complicaciones. Las misiones han cambiado porque la sociedad va cambiando. Se van urbanizando, y los pueblos pequeños adquieren carácter de ciudad. Cambia la psicología de las personas. Cuando no había luz en una comunidad y llegaba el misionero la convocaba alrededor de la luz, de una lámpara, cuenta este obispo dominico (como estamos nosotros en esta entrevista). Era más familiar. Ahora “se pierde el ambiente de lo rural en el sentido más bucólico”. Y lo dice con cierto lamento. La misión es más difícil en el mundo urbano. Se pierde lo familiar, y la religión tiene mucho que ver con lo familiar. Pero Monseñor David consigue que la Iglesia en Puerto Maldonado sea una familia.

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