La familia no es un problema. Es la solución a los principales males que aquejan a las sociedades contemporáneas. Así lo ha planteado este miércoles el Papa durante su catequesis semanal. Francisco ha tenido esta semana varias intervenciones, algunas imprevistas, en las que ha ofrecido importantes claves para orientar un Sínodo que, más que «hablar sobre la familia», el Papa espera que «sepa aprender de ella», para que la Iglesia sea cada vez más una gran familia de familias. No está en cuestión la doctrina. Así lo ha advertido el Pontífice, que ha pedido a los padres sinodales que no se dejen condicionar, «como si el único problema de la pastoral familiar fuera el de la comunión a los divorciados vueltos a casar». La Iglesia, ha subrayado, está obligada a anunciar la verdad, que «no cambia según las modas», pero más que salir a la calle a juzgar severamente, está llamada a acercarse a las situaciones más difíciles con caridad y misericordia, buscando curar las heridas. Ese es uno de los grandes retos que tiene hoy la Iglesia, que afronta retos inéditos con la epidemia de rupturas familiares o el miedo de muchos jóvenes a asumir un compromiso definitivo. El Papa ha señalado que, paradójicamente, existe un anhelo de amor auténtico y para siempre, a pesar de que, con frecuencia, se ridiculice el matrimonio o se hable de él como si fuera un ideal inalcanzable. De ahí la importancia de que las familias cristianas desempeñen un papel protagonista en la pastoral familiar, o de que la familia tenga mucha mayor presencia y visibilidad en la vida de las parroquias.