Sin haber visto todavía la luz, el anteproyecto de ley de Seguridad Ciudadana ha sido objeto de las más gruesas descalificaciones. Mariano Rajoy pedía ayer calma, y aseguraba que, durante la tramitación, se oirán todos los argumentos. Uno de los aspectos más polémicos son las multas de hasta 600 mil euros por determinadas manifestaciones no comunicadas ante instituciones del Estado y el acoso a cargos públicos. También se contempla que los padres paguen por los daños provocados por sus hijos en la calle. Pero en definitiva, aunque algunos aspectos claramente necesitan precisión, por lo anunciado, se trata de una ley en sintonía con los países de nuestro entorno. Lo que sí habría que hacer es preguntarse por el endurecimiento general de las leyes. Por ejemplo, el PSOE endureció significativamente el Código Penal franquista, y eliminó la figura de la redención de penas por trabajo. Ahora, en la reforma en estudio, se contempla la cadena perpetua revisable. Conceptos como el perdón, el arrepentimiento y la redención han ido quedando difuminados en la sociedad. Hay una frase pronunciada en 1849 por Donoso Cortés, que suena hoy políticamente incorrecta, pero que pueda dar una interesante clave: cuando el termómetro de la religión baja, la represión política aumenta. Dicho en otras palabras: endurecer las leyes es combatir sólo los síntomas del problema, no sus causas. Hace falta recuperar unos mínimos éticos comunes, y esto difícilmente será posible mientras, de entrada, no se apoye a las familias y se ayude a los padres a recuperar en casa la autoridad tantas veces perdida.