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Oración del Ángelus

El Papa encomienda a los parados a la Inmaculada

Papa Francisco. Foto: Reuters.

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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 17 mar 2017

El Papa Francisco recuerda a María, la Mujer del sí, que genera la Historia de la Salvación.


A las 12 en punto del mediodía, miles de peregrinos han asistido al rezo del Ángelus del Papa Francisco en este jueves, 8 de diciembre, Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen. En este corazón del Adviento, Francisco recuerda a María, la Mujer del sí, que genera la Historia de la Salvación:

Queridos hermanos y hermanas ¡buena fiesta!

Las lecturas de esta Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María presentan dos pasajes cruciales en la historia de las relaciones entre el hombre y Dios: podríamos decir que nos conducen al origen del bien y del mal. Estos dos pasajes nos conducen al origen del bien y del mal.

El Libro del Génesis muestra el primer no, el no de los orígenes, el no humano, cuando el hombre ha preferido mirarse a sí mismo antes que a su Creador, cuando ha querido actuar por su cuenta, ha elegido bastarse a sí mismo. Pero, haciendo de este modo, saliendo de la comunión con Dios, se ha perdido precisamente a sí mismo y ha comenzado a tener miedo, a esconderse y a acusar a quien le estaba cerca (Cfr. Gen 3, 10.12). Pero estos son los síntomas: el miedo, siempre un síntoma de no a Dios, indica que estoy diciendo no a Dios; acusar a los demás y no mirarme a mí mismo indica que me estoy alejando de Dios. Y esto hace el pecado. Pero el Señor no deja al hombre a merced de su mal; inmediatamente lo busca y le dirige una pregunta llena de preocupación: “¿Dónde estás?” (v. 9). Como si dijera: “Pero detente. Piensa, ¿dónde estás?”. Es la pregunta de un padre o de una madre que busca al hijo perdido: “¿Dónde estás? ¿En qué situación te has metido?”. Y esto Dios lo hace con tanta paciencia, hasta colmar la distancia que se ha creado en los orígenes. Éste es uno de los pasajes.

El segundo pasaje crucial, que narra hoy el Evangelio, es cuando Dios viene a habitar entre nosotros, se hace hombre como nosotros. Y esto ha sido posible por medio de un gran sí – el del pecado era el no; éste es el sí, ¡es un gran sí! – el de María en el momento de la Anunciación. Por este sí Jesús ha comenzado su camino por las calles de la humanidad; lo ha comenzado en María, transcurriendo los primeros meses de su vida en el seno de su mamá: no ha aparecido ya adulto y fuerte, sino que ha seguido todo el recorrido de un ser humano. Se ha hecho en todo igual a nosotros, excepto en una cosa: aquel no. Excepto el pecado. Por esto ha elegido a María, la única criatura sin pecado, inmaculada. En el Evangelio, con una sola palabra, ella es denominada “llena de gracia” (Lc 1, 28), es decir henchida  de gracia. Quiere decir que en ella, de inmediato llena de gracia, no hay espacio para el pecado. Y también nosotros, cuando nos dirigimos a ella, reconocemos esta belleza: la invocamos “llena de gracia”, sin sombra de mal.

María responde a la propuesta de Dios diciendo: “He aquí la sierva del Señor”  (v. 38). No dice: “Pero, esta vez haré la voluntad de Dios, me vuelvo disponible, después veré…”. ¡No! El suyo es un sí pleno, total, para toda la vida, sin condiciones. Y así como el no de los orígenes había cerrado el pasaje del hombre a Dios, del mismo modo el sí de María ha abierto el camino a Dios entre nosotros. Es el sí más importante de la historia, el sí humilde que derroca el no soberbio de los orígenes, el sí fiel que cura la desobediencia, el sí disponible que vuelca el egoísmo del pecado.

También para cada uno de nosotros hay una historia de salvación hecha de sí y de no. Pero a veces, somos expertos en los sí a medias: somos buenos en hacer de cuenta que no entendemos bien lo que Dios querría y la conciencia nos sugiere. También somos astutos y para no decir un no verdadero y propio a Dios decimos: “Pero, discúlpame, no puedo”, “hoy no, pienso mañana”; “pero mañana seré mejor, mañana rezaré, haré el bien, pero mañana”. Y esta astucia nos aleja del sí, nos aleja de Dios y nos lleva al no, al no del pecado, al no de la mediocridad. El famoso “sí, pero…”: “Sí, Señor, pero…”. Pero así cerramos la puerta al bien, y el mal se aprovecha de estos sí que faltan. ¡Cada uno de nosotros  tiene una colección de ellos dentro! Pensemos, encontraremos tantos sí que faltan. Es así. En cambio cada sí pleno a Dios da origen a una historia nueva: decir sí a Dios es verdaderamente “original”, es origen, no el pecado, que nos hace viejos por dentro. ¿Han pensado esto, que el pecado nos envejece por dentro? ¡Nos envejece pronto! Cada sí a Dios origina historias de salvación para nosotros y para los demás. Como María con su propio sí.

En este camino de Adviento, Dios desea visitarnos y espera nuestro sí. Pensemos: “Yo, hoy, ¿qué sí debo decir a Dios?”. Pensemos. Nos hará bien. Y encontraremos la voz del Señor dentro, de Dios, que nos pide algo, un paso adelante. “Creo en Ti, espero en Ti, Te amo; que se haga  en mí tu voluntad de bien”. Estos sí. Con generosidad y confianza, como María, digamos hoy, cada uno de nosotros, este sí personal a Dios.

Antes de terminar, el Pontífice ha recordado a la población indonesia:

Ayer, un fuerte terremoto asoló la isla de Sumatra, en Indonesia. Deseo asegurar mi oración por las víctimas y sus familiares, por los heridos y por cuantos han perdido su casa. Que el Señor dé fortaleza a la población y sostenga la obra de socorro.

También ha pedido que s eunan a él en su ofrenda y rezo esta tarde a los pies de María Inmaculada:

En esta fiesta de la Inmaculada Concepción, la Acción Católica Italiana vive la renovación de su adhesión. Dirijo un pensamiento especial a todas sus asociaciones diocesanas y parroquiales. Que la Virgen Inmaculada bendiga a la Acción Católica y haga que sea cada vez más escuela de santidad y de generoso servicio a la Iglesia y al mundo.

Esta tarde iré a la Plaza de España para renovar el tradicional acto de homenaje y de oración a los pies del monumento a la Inmaculada. Después iré a la Basílica de Santa María La Mayor, para rezarle a la Salus Populi Romani. Les pido que se unan espiritualmente a mí en este gesto que expresa nuestra devoción filial a nuestra Madre celeste.

A todos les deseo feliz fiesta de la Inmaculada y un buen camino de Adviento guiados por la Virgen María.

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