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Felicitaciòn de Navidad del obispo de Bangassou

Volver a nacer en Navidad

Mons. Juan José Aguirre dirige unas palabras a los mas profundo del corazón. Con realismo y recuperando la verdadera esencia de la Navidad, recuerda lo importante que es volver a nacer en estas fechas. 

Mons. Juan José en Centroáfrica. (FOTO: Fundación Bangassou)

Mons. Juan José en Centroáfrica. (FOTO: Fundación Bangassou)

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Tiempo de lectura: 4'Actualizado 27 abr 2017

En el mes de noviembre, viendo cargar los contenedores, pensaba en la gran cantidad de buena gente que ayuda a la Fundación Bangassou. Ahora desde África, a todos, los que estaban y los que no, les deseo una ¡¡Feliz Navidad!! En el pesebre, la familia de Nazaret fue quién peor lo tuvo. Si preparáis un belén, poned a muchos inmigrantes como pastores, pues son ellos quien ahora peor lo tienen. Invitad también a alguno al mercadillo. O a compartir un décimo, pues vivirán de esperanza hasta el día del sorteo. Los que han tenido la suerte de "no ser devueltos en caliente", que al menos tengan una Navidad sin sosiegos ni quebraderos de cabeza. Todos han escapado de las condiciones inaceptables contra la decencia que vivimos aquí por el Sur del mundo, en Centroáfrica, en Liberia o en Sierra Leona, sin ir más lejos.Preparando a primeros de diciembre las piezas de su belén, el padre René, el párroco en uno de los barrios más calientes de Bangui, vio como un grupo de mocosos armados de machetes le quitaban el coche a uno de sus parroquianos. Pensó que, aunque de lejos, aquellos harapientos, sus pechos coronados de gris-gris mágicos y pociones antibalas, le sonaban de algo. Como si sus caras y sus bocas de labios prietos, con esa determinación que da el ser muchos y amedrantar a empellones, las hubiera visto un día en el coro de su Iglesia, saqueada desde hace un año un día sí y otro también. Colocando las rocas del portal y el cristal para dar profundidad al arroyo, preguntó al grupo de gente buena, enemiga de violencias y transgresiones con quién trabajaba, si en esta Navidad de 2014, fuera posible acercarse a esas "lagartijas" de rabo cercenado a machetazos unos meses antes y ahora maquinando sus venganzas, mirarlos a los ojos y decirles: vamos a volver a nacer, como el niño entre pajas, pues el ojo por ojo nos llevará directamente a quedarnos todos ciegos. En esta Centroáfrica desvalijada de hace dos años desde el pelo hasta las uñas de los pies, con heridas podridas en el tejido social de pronóstico difícil de restañar, la del Padre René no era una apuesta fácil. Guiado de la audacia que da la fe, se encontró con ellos en la cueva de su botín, por todo el barrio conocida. Me contó que fue unas semanas después, en el tercer domingo de Adviento, aquel que la Iglesia llama, de la alegría, porque pronto llegará Aquel que será para todos una Liberación, una esperanza que se colará imparable por entre las rendijas del desaliento, cuando aquellos jóvenes pidieron públicamente perdón, arrojaron sus cascabeles mágicos al suelo, los canjearon por un rosario y volvieron a nacer a la ternura de la fe. Os parecerá demasiado simple, casi de ficción ese desenganchar venganzas cosidas a machetazos, pero así me lo contó el padre René.Estar preparando el portal de Belén a pesar del agrio olor de la violencia es como rizar el rizo. Ahora mismo estoy escuchando los niños de la Catedral que ensayan la obra de Navidad, porque aquí, el 24 por la noche no hay comida familiar sino misa de la comunidad, y además, no se lee el evangelio del nacimiento de Jesús: simplemente se escenifica. En casa de mi madre, en Córdoba, desde cuando aún vivía mi padre, leemos el prólogo de San Juan rodeados de una hermosa vela, como la de un nazareno que estuviera siguiendo la imagen del Esparraguero de Córdoba. Luego, cuando se llega al párrafo que dice: "Dios plantó su tienda entre nosotros" (Jn 1,14), los niños más pequeños aprenden a encender otra velita que aguarda junto a sus platos en señal de acogida al príncipe de la Paz, con ellos los demás adultos.Me creo lo que me contó padre René porque yo mismo en Bangassou seguí otro caso. El de un huérfano de 16 años acogido en "Mama Tóngolo" (Mama Estrella") hacia el 2010 que, con la llegada a la ciudad de los temidos Seleka, se unió a ellos, obnubilado por la ristra de balas que condecoraban sus pechos, y saqueó almas pegando bandazos por los barrios, sin más escrúpulo que el de robar a sus anchas y sin más asidero que el recuerdo de su abuela que se desangró luchando para que él pudiera agarrarse a la vida cuando todavía era niño. Tal vez, el de su abuela, fuera ya el único pedazo de amor que le quedara en el cuerpo. El día que vino a la misión con un grupo de rebeldes chadianos, el kalasnikov a media asta y la mirada de acero apuntada sobre mí, sólo tuve que preguntarle: "¿Cómo está tu abuela?" para que, avergonzado y roído por su propia ingratitud, bajara los ojos y el arma al suelo. Sólo tuve que decirle: " La semana que viene empezamos la escuela: te esperamos", para que abandonara aquel grupo de bandidos desnortados. Tardó varios meses en encontrar un hueco en la sociedad de Bangassou pero también él volvió a nacer.Como el hijo de la viuda de Naín, también volvió a nacer mi coche RAV 4 una vez que los Seleka lo habían robado, dado tres vueltas de campana, desencajado y destripado, cuando, con un grupo de jóvenes cristianos y musulmanes, empezamos un proyecto de soldadura. La chapa de mi antiguo coche fue cortada, esta vez con esmero, soldada a otros herrajes para hacer esquelas funerarias católicas y protestantes. Mi coche volvió a nacer en aquellas esquelas de cementerio, como el buey y la mula vuelven a decorar el misterio de la Navidad, vida para dar luz a la muerte, proyecto de futuro para esos jóvenes que con las chapas del coche destrozado van a aprender a soldar hierros. Vuelve a nacer, con la Navidad, la esperanza de que la violencia se pare en este país donde vivo desde hace 34 años, de que se pare la muerte aunque casi estemos olisqueando el virus del ébola que tenemos a dos centímetros en el mapa y a mil kilómetros en línea recta. Volver a nacer en una piel nueva. Volver a salir de vientres de odios para nacer a espacios de paz. Volver a dar la mano a un inmigrante perdido, a dar cobijo a una loca acusada de brujería. Quemar 8.000 armas de guerra como hicieron ayer en Bangui las fuerzas internacionales es un símbolo de un nuevo nacer. Esperanza para el mañana. Volver a nacer el día de Navidad en una fiesta gigantesca de mandioca y gacela para todos los comensales más pobres de la ciudad, volver a engendrar esperanza allí donde ésta ya no está de moda, de tanto caer en desuso. Pero como dicen todos y todas en la Fundación Bangassou: cuando se termina la esperanza queda... la esperanza de volver a tener esperanza. Diciembre 2014 Juan José Aguirre MuñozObispo de Bangassou (Centroáfrica)

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