La cara más feliz del vestuario de Osasuna el pasado sábado era Nino. Tras una temporada particularmente complicada para él, con grave lesión de por medio, regresó al club que le había dejado a un lado. Y en el primer partido, dos goles, y dos tantos que le han definido siempre como nueve oportunista y listo. Un doblete que da los tres primeros puntos a los rojillos y que abre una puerta a la ilusión. El rostro de la rabia era Oier. El estellés se rompía el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha durante los primeros minutos del choque, poco después de regalar al propio Nino el tanto que abría el marcador. Iba a ser una temporada de muchos minutos para él, pero el fútbol le robará muchos meses ahora a Oier, que ha de cargarse de paciencia para volver con más fuerza.