Los cuatro capítulos de los que consta la Lumen fidei, hacen referencia al don de la fe que, según el Papa Francisco en la introducción, no es un presupuesto que hay que dar por descontado, sino un don de Dios que deber ser alimentado y fortalecido. El Papa escribe que la fe es capaz de iluminar toda la existencia del hombre. 

En un repaso por la historia de la salvación, la figura bíblica de Abraham, confirma que la fe es una llamada a salir del aislamiento y así abrirse a una nueva vida y “promesa” de futuro. La experiencia de Abraham fue de “paternidad”, porque Dios, se puede leer en la encíclica, no es un Dios extraño, sino aquel que es origen de todo y que todo lo sostiene. Y como Abraham, Moisés y todo el pueblo de Israel confió en la promesa de la salvación que se hizo carne en Jesús en el Nuevo Testamento. En su figura se detiene la encíclica: “Cristo es testigo fiable, digno de fe (cf. Ap 1,5; Hb 2,17), apoyo sólido para nuestra fe, cuyo testimonio nos explica a Dios”. Por eso, se lee en el documento, “creemos a Jesús cuando aceptamos su Palabra, su testimonio, porque él es veraz (cf. Jn 6,30). Creemos en Jesús cuando lo acogemos personalmente en nuestra vida y nos confiamos a él, uniéndonos a él mediante el amor y siguiéndolo a lo largo del camino.”

Termina este primer capítulo hablando de la “forma eclesial de la fe”: los cristianos son “uno” sin perder su individualidad; por tanto, la fe no es algo privado, afirma el Papa. 

Lumen fidei afronta la controvertida relación entre la fe y la verdad. “Si no creéis, no comprenderéis” es el título del apartado. El Papa afirma que sin verdad no hay salvación y alerta del peligro de caer en el pragmatismo de pensar que solo es verdad lo que funciona o en las verdades del individuo que no se ponen al servicio del bien común.

En este misterio de la verdad, el Papa recuerda que Dios es luminoso y se deja encontrar por aquellos que lo buscan con sincero corazón. 

Otro gran misterio que aborda la encíclica es el sufrimiento, tratado a fondo en el cuarto capítulo. El Papa habla de la fe como la fuerza que conforta en el sufrimiento y dice: “al hombre que sufre Dios no le da un razonamiento que explique todo, si no que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz.”

En el mismo capítulo, el Santo Padre aborda el papel que tiene la fe en la familia, en las relaciones sociales, en la naturaleza  y el bien común. Afirma: “la fe (…) nos hace respetar la naturaleza, (…) nos invita a buscar modelos de desarrollo (…) y formas de gobierno justas, reconociendo que la autoridad viene de Dios para estar al servicio del bien común”. Como la fe está presente en todas las etapas de la vida, como l a infancia, se dirige especialmente a los padres y les exhorta a “cultivar prácticas comunes de fe en la familia”.

El Papa concluye haciendo un llamamiento a la esperanza y pide, como ya dijo en sus primeros días de pontificado, que “No nos dejemos robar la esperanza”.