Los obispos presentaron ayer un mensaje con motivo de la próxima canonización, el 16 de octubre, del beato Manuel González, a quien presentan como «un modelo de fe eucarística para nuestro tiempo». El que fuera obispo de Málaga y Palencia es conocido como el apóstol de los sagrarios abandonados por su labor en la revitalización de la adoración eucarística, una misión continuada hasta hoy por las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, por él fundadas. Francisco proclamará santo a una figura de gran actualidad para la Iglesia, y no solo porque falleciera en 1940. Manuel González encarna una espiritualidad en plena consonancia con el Concilio Vaticano II, al cual se adelantó en unas décadas. Frente a la dicotomía que algunos presentan entre la acción social y la oración, el futuro santo comprendió que adoración y acción son dos aspectos inseparables en la vida del cristiano. La Eucaristía debe estar siempre en el centro de la vida de la Iglesia, y él así lo recordó en una época marcada trágicamente en España no solo por la indiferencia religiosa, sino también por la persecución, que llegó a experimentar en sus propias carnes. Pero Manuel González enseñó también que no es posible una fe sin obras, y en su propia vida no dejó pasar ocasión para ponerse de parte de los más desfavorecidos.