La victoria de Donald Trump habrá decepcionado a buena parte del mundo, pero el pueblo americano, el único que vota, lo ha preferido por una mayoría mucho más amplia de lo que podía esperarse, a pesar de las duras campañas mediáticas que ha soportado. A ese pueblo que le ha votado, especialmente los jóvenes y las familias blancas de clase media, que más han sufrido las consecuencias de la crisis ya pasada, le traen sin cuidado las batallas ideológicas de la vieja Europa como lo que vaya a pasar fuera de sus fronteras. Lo que quiere es que mejore su nivel de vida, tanto en seguridad frente al terrorismo como en apoyo social y la bajada de impuestos, además de frenar una inmigración a la que consideran causa de todos sus males.Es evidente que la llegada de Trump a la Casa Blanca abre una inquietante incógnita en la seguridad y la estabilidad mundial. Como síntoma, se han desplomado los mercados financieros. Entre sus propuestas figura nada menos que la retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático además de denunciar el acuerdo nuclear con Irán y dejar el campo libre a Rusia para que conduzca la guerra en Siria. Tiempo habrá para analizar las implicaciones de este histórico resultado, que ha impedido el paso de una veterana de la élite política de Washington como Hillary Clinton, por otra parte defensora de la ideología de género y del aborto.Cabe esperar que Trump, una vez instalado en el despacho oval, modere su contradictorio lenguaje populista así como su programa máximo, que incluye el levantamiento de un muro en la frontera con Méjico. Por ahora le han valido para llegar a la Casa Blanca.