El Papa Francisco ha concluido su intenso viaje pastoral a Cuba y vuela ya hacia Estados Unidos. Dentro de la enorme expectación generada, no han faltado voces que ya se han apresurado a criticar al Papa porque a su entender el mensaje contra la tiranía cubana no habría sido lo suficientemente explícito. Desconocen u olvidan que el Papa no es un agente político sino un testigo del Evangelio, misionero de la misericordia. Todos los papas, en cuanto que jefes de Estado, aceptan condiciones en todos los viajes que realizan. Su estilo no es de combate, la Iglesia siembra pacientemente y va reconstruyendo el tejido social para que el cambio real sea posible. Porque cuando la fe arraiga en la vida, genera un cambio personal y comunitario que, andando el tiempo, no puede dejar de reflejarse, también en la política. Nuestra revolución, ha recordado Francisco ante la Virgen del Cobre, pasa por la ternura que se compadece con el otro, para liberarlo. El Papa ha lanzado a la Iglesia en Cuba a tender puentes y derribar muros, a comprometerse en el paso de la historia cuidando del alma del pueblo cubano, tan forjada de dolores y penurias, y al mismo tiempo tan empapada de la esperanza en Dios, la única que nunca defrauda.