El arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, ha hecho pública una nota aclaratoria sobre la polémica surgida a raíz de una homilía suya, centrada en el matrimonio y la familia. El cardenal se refirió a la naturaleza y vocación de la familia, e hizo una enumeración de las amenazas que se ciernen sobre ella. Según afirmó el Arzobispo de Valencia, esas amenazas se sustancian en “legislaciones contrarias a la familia, la acción de fuerzas políticas y sociales, a la que se suman movimientos y acciones del imperio gay, las ideologías como el feminismo radical o la más insidiosa de todas, la ideología de género”. Estas palabras, pronunciadas en uso legítimo de su libertad de expresión, dentro de un contexto de libertad religiosa y de culto, han sido utilizadas para destapar una inusitada campaña contra el cardenal. El arzobispo de Valencia se pregunta, en la nota que acompaña al texto íntegro de la homilía, si es homófobo defender a la familia, al tiempo que solicita a juristas cualificados y objetivos, sin prejuicios, que comprueben si en su homilía se contiene “algo contrario a la ley o que provoque odio contra personas o grupos sociales determinados”. La campaña política y social contra el cardenal Cañizares debería encender varias señales de alarma. Es urgente una defensa activa de la libertad de pensamiento y de expresión, y un diálogo público razonado y sereno que acabe con campañas descalificatorias como la que acaba de sufrir el arzobispo de Valencia. Un diálogo en el que la Iglesia es la primera interesada.