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En la Amazonia peruana

En una comunidad machiguenga

Seis horas de viaje en coche y tres horas caminando bajo un sol de justicia para entrar en la selva, en la selva alta, hasta el alto Urubamba, para llegar a esta comunidad.

El padre Roberto Ábalos con alumnos de la comunidad machiguenga. Patricia Rosety

El padre Roberto Ábalos con alumnos de la comunidad machiguenga. Patricia Rosety

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 09 may 2017

Ir a una comunidad machiguenga en la Amazonía peruana es toda una aventura, además de un privilegio. Acompañar como voluntaria al misionero dominico Roberto Ábalos, responsable de la misión de Koribeni, es todo un privilegio y una aventura. Privilegio por poder convivir unos días con una etnia tan desconocida y alejada de nosotros, en costumbres y en tiempo. Para empezar hay que querer ir. Y el Padre Roberto va cada dos o tres meses a cada una de las 25 comunidades machiguengas. Va a ocuparse de ellos. Y a predicar. Es una aventura porque no es fácil llegar. El camino es largo y difícil. Son caminos de montaña, estrechos, y con algunos precipicios que, a veces, imponen. Pero para el Padre Roberto, con su todoterreno de 21 años, no hay nada imposible. Sólo hay que tener ganas. Y a él le sobran. En cada viaje demuestra que es un gran conductor y da seguridad.Esta semana, los voluntarios visitamos con él dos comunidades: Kiraateni y Yókiri. Seis horas de viaje en coche, en carro, como dicen aquí, y tres horas caminando bajo un sol de justicia. Entramos en la selva, en la selva alta. Estamos en el Alto Urubamba. Y llegamos a Kiraateni, una comunidad a 1.200 metros de altura, con cerca de 3.000 habitantes, y muchos de ellos no saben la edad que tienen. Todo está  a mucha distancia. Hay que caminar, por lo menos, una hora para encontrarse con una familia. A veces mucho más. La vida es muy sencilla. Casas de madera y tejados de paja, el pangochi, la típica casa machiguenga.Llegamos con el Padre Roberto a la escuela. En plena naturaleza, un paisaje espectacular. Solamente la escuela, la vivienda del maestro y un pangochi. Catorce alumnos machiguengas de todos los cursos para un profesor quechua, que habla español, Mateo Edgardo, y que vive allí solo. Su familia vive en otra comunidad, a seis horas. No hay luz eléctrica, ni teléfono, ni agua corriente. El agua sale de un caño, procede de una quebrada. Y como luz, una vela. Se cocina con leña. A las seis de la tarde es de noche, y aparte de cenar y hablar poco más se puede hacer. Bueno, sí, admirar el cielo porque las estrellas se ven de forma espectacular. Y estrellas fugaces. Es una comunidad auténtica.Sus habitantes acuden a ver al misionero dominico. Visita anunciada a través de Radio Quillabamba, la radio de la misión, la radio de los dominicos. Y si tienen pilas pueden escuchar la radio, aunque a veces con ciertas dificultades. Estamos en la selva. El Padre Roberto se interesa por su vida, por sus necesidades. Escucha sus problemas y les aconseja, les ayuda. A veces, la comunicación no es fácil  porque estos machiguengas no hablan español con fluidez. Pero el Padre Roberto se defiende en machiguenga. Hace unos meses, Angelino, el jefe de la comunidad, fue operado en Quillabamba, la capital de la provincia de La Convención,  de una hernia inguinal, gracias al misionero.  Si no es  por Roberto Ábalos Angelino no se opera. La posta médica está muy lejos y aquí no hay urgencia que valga. Y Quillabamba está a casi 12 horas.A tres horas en coche de Kiraateni está la comunidad de Yókiri,  a 1500 metros de altura, habitada por 20 familias, 103 personas. Y con características similares a Kiraateni. Pero Yókiri  tiene la carretera cerca, y eso se nota. Tendrán luz y agua en poco tiempo. No está tan alejada como Kiraateni. Y cuando llega el Padre Roberto allí están todos. Los problemas son, prácticamente, los mismos. Viven de la agricultura (café, cacao, achiote, yuca …), y están preocupados por la educación de sus hijos. En estas comunidades sólo tienen  inicial y primaria. Es difícil que continúen la secundaria en otro lugar para acabar los estudios. Lo habitual es que todos se queden en la chacra familiar, trabajando la tierra. Y si la carretera les permite marcharse de su comunidad se van a trabajar a una obra. Necesitan profesores. Es lo que pide Elvis Chorobeki, jefe de la comunidad de Yókiri. La emigración hace difícil que conserven sus costumbres. Lo importante es el tiempo, no es el dinero, les dice el Padre Roberto. Hay que dedicarles tiempo.Las visitas de Roberto Ábalos para los habitantes de estas comunidades es muy importante. Y tras hablar con ellos  celebra una misa. Una misa al estilo machiguenga, para que la entiendan. Hay que acercarse a ellos.

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