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Críticas de los estrenos de cine del 19 de abril

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “Tierra prometida”, “La caza”, “Memorias de un zombie adolescente”, “Un lugar donde refugiarse”, “Un verano ardiente”, “On the Road”, “El payaso”, “La venta del paraíso”, “Serie B”, “Nacho Duato. Danse la danse” y “Nana”.

Tierra prometida

Tierra prometida

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Tiempo de lectura: 15'Actualizado 27 may 2017

Tierra prometida (Promised Land) *** (6,5).

FICHA TÉCNICA.- Director: Gus Van Sant. Intérpretes: Matt Damon, John Krasinski, Frances McDormand, Rosemarie DeWitt, Scoot McNairy, Titus Welliver, Hal Holbrook. Guion: Matt Damon y John Krasinski, basado en un argumento de Dave Eggers. EE.UU. 2013. Drama. 106 min. Jóvenes.

El siempre interesante, variado y necesariamente irregular cineasta Gus van Sant (“El indomable Will Hunting”, “Descubriendo a Forrester”, “Elephant”) retoma a uno de sus actores preferidos, Matt Damon, para protagonizar y escribir esta película junto al también actor y guionista John Krasinski, que encarna al antagonista del filme. El guion, basado en un argumento de Dave Eggers, se centra en el viaje que dos empleados de la empresa Global Cross, Steve (Matt Damon) y Sue (Frances McDormand), realizan a Pennsylvania con el fin de comprar fincas a los granjeros para hacer explotaciones de gas natural. A una primera buena recepción por parte del pueblo, dado el dinero que ofrecen, sigue un revés cuando el profesor de Física de la Escuela, Frank (Hal Holbrook) y un ecologista ambulante, Dustin (John Krasinski), alertan a los lugareños de los terribles efectos secundarios de dicha explotación para la salubridad del lugar.

La película tiene muchos elementos a su favor, desde el elenco actoral, hasta el oficio de Gus van Sant a la hora de poner en escena situaciones humanas complejas. Y aunque todo es más que correcto, el resultado final sabe a poco, quizá porque el propio guion está muy lastrado por una denuncia típica a la política de las grandes corporaciones. De hecho, lo más interesante no está en la trama principal, probablemente ideológica, sino en las pequeñas relaciones que se van desgranando a lo largo del metraje y que son su carne y lo realmente valioso. Sin los grandes actores del reparto, difícilmente este filme hubiera levantado el vuelo. Como retrato de la América profunda no está mal, y como reivindicación de la honestidad personal y profesional, tampoco. J. O.




La caza (The Hunt / Jagten) **** (7,5).

FICHA TÉCNICA.- Director: Thomas Vinterberg. Intérpretes: Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Annika Wedderkopp, Lasse Fogelstrøm, Susse Wold. Guion: Thomas Vinterberg y Tobias Lindholm. Dinamarca. 2012. Drama. 111 min. Adultos.

Nacido en Copenhage en 1969, Thomas Vinterberg dirigió dos cortos, un mediometraje, una tv-movie y un largometraje antes de triunfar internacionalmente en 1998 como director de “Celebración”, la primera película del ultranaturalista Movimiento Dogma 95, que inició con su amigo Lars Von Trier. Después, Vinterberg ha mantenido un buen nivel en películas como “Querida Wendy”, “Cuando un hombre vuelve a casa” o “Submarino”. Ahora, acierta de nuevo con “La caza”, angustioso thriller psicológico sobre las consecuencias de una calumnia en torno a la pedofilia. La película le valió a Mads Mikkelsen el Premio al mejor actor en Cannes 2012, y al propio Vinterberg y a su colaborador habitual Tobias Lindholm el Premio al mejor guion 2012 de la Academia del Cine Europeo.

Ya en la cuarentena, Lucas (Mads Mikkelsen) vive solo en una pequeña localidad danesa. Tras un divorcio difícil, tiene un nuevo trabajo como carismático profesor en un parvulario, donde los niños le adoran. Además, allí ha conocido a Nadja (Alexandra Rapaport), con la que ha comenzado a salir. Se dispone así a reconstruir la relación con Marcus (Lasse Fogelstrøm), su hijo adolescente. Pero un día, poco antes de Navidad, Klara (Annika Wedderkopp), una niña de la guardería, hija de Theo (Thomas Bo Larsen), el mejor amigo de Lucas, hace un comentario obsceno y dice una mentira —quizás de modo inocente, quizás por despecho—, que lleva a pensar a la directora del centro, Grethe (Susse Wold), que Lucas ha abusado sexualmente de ella. La mujer aplica el protocolo, hace caso a la niña sin demasiadas indagaciones, desoye las razones del alucinado Lucas, y denuncia los hechos a la policía y a los padres. Enseguida, toda la pequeña comunidad se vuelve agresivamente contra Lucas, poniendo en peligro su integridad física y dejándolo en un penoso estado de abandono e indefensión. Sólo su amigo Bruun (Lars Ranthe) sigue confiando en él incondicionalmente.

Como siempre, cabe reprochar a Vinterberg un tratamiento demasiado explícito del sexo y la violencia, así como una cierta tendencia a tensar las situaciones dramáticas hasta el mismo límite de lo verosímil. Sin embargo, logra controlar los momentos críticos gracias a una poderosa puesta en escena y, sobre todo, a una rigurosísima dirección de actores, que arranca unas interpretaciones antológicas a Mads Mikkelsen y a la niña Annika Wedderkopp, absolutamente apabullante en su inocente naturalidad. Esta vez, Vinterberg abre un cierto portillo a la esperanza, casi capriano, a través de los oxigenantes personajes de Bruun y su familia. Sin embargo, el cineasta danés nunca pierde su realista e implacable mirada sobre la capacidad de maldad del ser humano, incluso desde su más tierna infancia. Una mirada que aquí le lleva a denunciar la falta de solidez moral de tantas personas, incluso con firmes convicciones religiosas, y su consecuente falta de prudencia y caridad cristiana, hasta el punto de iniciar una injusta caza de brujas. Además, subraya con vigor las funestas consecuencias de la brutal hipersexualización de las sociedades occidentales, sobre todo entre los niños, cada vez más expuestos a perversiones de todo tipo —también desde los medios de comunicación—, que ni entienden ni controlan. Una patología que además enturbia y enrarece las relaciones más básicas, como las de amistad o las de un profesor con sus alumnos. Temas, por cierto, que ya afrontó con acierto “Profesor Lazhar”, la notable película del canadiense Philippe Falardeau.

Queda así otra gran película post-Dogma 95, rotunda en su factura y en sus planteamientos de fondo, también en los más evidentes, como ése que reza su publicidad: “Una mentira puede destruir a un inocente”. Un tema eterno, universal y desgraciadamente actual ese de la difamación o maledicencia, que otros expresan con la fórmula clásica: “Calumnia, que algo queda”. J. J. M.






Memorias de un zombie adolescente (Warm Bodies) *** (6,5).

FICHA TÉCNICA.- Director: Jonathan Levine. Intérpretes: Nicholas Hoult, Teresa Palmer, Analeigh Tipton, Rob Corddry, Dave Franco, John Malkovich. Guion: Jonathan Levine; basado en la novela homónima de Isaac Marion. EE.UU. 2013. Comedia romántica de terror. 97 min. Jóvenes.

Desde hace algunos años estamos asistiendo a un florecimiento del cine de zombis, que va más allá de una moda comercial, y ya tiene la categoría de síntoma cultural. Junto a los títulos puramente taquilleros y de entretenimiento, encontramos otros que encierran propuestas antropológicas y filosóficas de cierto interés. Es el caso que nos ocupa. A pesar de su tono fresco, aderezado con ribetes de comedia, y de su trama romántica, la película de Jonathan Levine indaga en cuestiones de más hondura.


El argumento se basa en la novela “R y Julie”, de Isaac Marion, y nos cuenta la relación que se establece entre una humana, Julie (Teresa Palmer), y un zombie, R (Nicholas Hoult). Ella es una cazadora de zombis, y R, obviamente, es un atacante peligroso. Pero cuando, después de haberse comido a su novio, ve llorar a Julie, en R se pone en marcha un eco de humanidad que va a despertar paulatinamente todos los anhelos que caracterizan al corazón humano. Esta humanización rompe la barrera insalvable entre vivos y no-muertos, y enseguida se manifiesta contagiosa: todos los zombis albergan el deseo de volver a sentir. La bondad y la belleza se convierten en el horizonte de los no muertos, pero el ejército de hombres capitaneados por el padre de Julie, el Coronel Grigio (John Malkovich), se negará a creer en la posibilidad de dicha humanización. Obviamente esta estructura dramática, como se desprende del título de la novela, es un trasunto de “Romeo y Julieta”. Pero la condición de no-muerto de los Montesco introduce necesariamente originalidades antropológicas.


Quien vea en la moderna eclosión zombie una metáfora de nuestra sociedad posmoderna, no puede no interpretar esta cinta en clave esperanzada: a pesar de nuestra deshumanización, es posible volver a despertar nuestro corazón. Cualquier gesto de ternura, compasión o hermosura puede reabrir la herida cerrada de nuestra exigencia infinita de bien, paz, amor, belleza, justicia..., que se resumen en los llamados “trascendentales del Ser”: bondad, verdad, unidad y belleza.


Cinematográficamente, la película está muy pegada a las convenciones del subgénero en maquillaje y puesta en escena —con la salvedad de la originalidad de los esqueletos—, pero ese toque a medio camino entre lo cómico y dramático, con sus momentos de terror, funciona sorprendentemente bien. A pesar de las comparaciones inevitables que se han hecho con “Crepúsculo”, lo cierto es que está resulta más interesante. Además, la belleza australiana Teresa Palmer tiene muchos más litros de sangre en las venas que Kristen Stewart. Y Nicholas Hoult, a pesar de ser un zombi, es mucho más expresivo que Robert Pattinson. J. O.






Un lugar donde refugiarse (Safe Haven) ** (5).

FICHA TÉCNICA.- Director: Lasse Hallström. Intérpretes: Josh Duhamel, Julianne Hough, David Lyons, Cobie Smulders. Guion: Dana Stevens; basado en la novela de Nicholas Sparks. EE.UU. 2013. Melodrama. 115 min. Jóvenes-adultos.

Desde 1999, Hollywood ha llevado al cine, con buenos resultados en taquilla, nada menos que siete novelas de Nicholas Sparks: “Mensaje en una botella”, “Un paseo para recordar”, “El diario de Noa”, “Noches de tormenta”, “Querido John”, “La última canción”, “Cuando te encuentre” y “Un lugar donde refugiarse”. Esta última adaptación ha sido producida por el propio novelista de Omaha, Nebraska, que ha encargado su dirección al sueco Lasse Hallström (“Mi vida como un perro”, “¿A quién ama Gilbert Grape?”, “Las normas de la casa de la sidra”, “La pesca del salmón en Yemen”), elogiado por su notable trabajo en “Querido John”. El resultado es más bien decepcionante, aunque confirma a Sparks como el actual rey del melodrama.

Tras un hecho traumático, la joven Katie Feldman (Julianne Hough) cambia su look y abandona precipitadamente la ciudad donde vive, perseguida de cerca por el meticuloso Kevin Tierney (David Lyons), que dice ser agente de policía. Tras despistarlo, Katie llega a la pequeña localidad costera de Southport, en Carolina del Norte, donde intenta rehacer su vida y pasar desapercibida. Así, alquila una vieja cabaña en un bosque, consigue trabajo como camarera en el restaurante local e procura no relacionarse demasiado. Pero, a pesar del muro emocional que ha creado para protegerse, se hace amiga de su vecina Jo (Cobie Smulders) y comienza a sentirse atraída por el dueño del supermercado del lugar, el cariñoso viudo Álex (Josh Duhamel), que tiene a su cargo dos hijos pequeños, Josh (Noah Lomax) y Lexie (Mimi Kirland). Mientras tanto, Tierney no cede en su empeño de encontrar a Katie.
Gracias a la cuidada puesta en escena de Hallström, a los esfuerzos de los actores —más bien, limitados— y a unas buenas baladas de acompañamiento, la película se soporta más o menos. Pero, esta vez, la novela de Sparks y el guion de Dana Stevens abusan de los tópicos en la trama romántica —incluidas sus forzadas escenas eróticas—, fracasan en su intento de enriquecerla con una trama paralela de intriga policial y pierden los papeles en el singular toque fantástico que enrarece el desenlace. Seguramente, “Un lugar donde refugiarse” gustará a los incondicionales de Sparks, pero pone de manifiesto el agotamiento de su fórmula narrativa y la creciente superficialidad de sus planteamientos dramáticos y morales. J. J. M.

Un verano ardiente (Un été brûlant) *** (6).

FICHA TÉCNICA.-Director: Philippe Garrel. Intérpretes: Monica Bellucci, Louis Garrel, Céline Sallette, Jérôme Robart, Vladislav Galard, Vincent Macaigne, Maurice Garrel. Guion: Philippe Garrel, Marc Cholodenko y Carolina Deruas-Garrel. Francia, Italia y Suiza. 2011. Drama. 95 min. Adultos.



Fréderic (Louis Garrel) es un pintor bohemio francés casado con la famosa actriz Angèle (Monica Bellucci). Tras hacer amistad con Elisabeth (Céline Sallette) y Paul (Jérôme Robart), una joven pareja de novios que trabajan en el mundo de los figurantes cinematográficos, deciden vivir en la misma casa en Roma. En ambas mujeres va creciendo la insatisfacción y la infelicidad: en el caso de Angèle por sus mutuas infidelidades; en el caso de Elisabeth, por la falta de madurez de Paul.

El veterano cineasta Philippe Garrel es un cineasta muy personal, mimado por el cahierismo, que encarna perfectamente las idiosincrasias del cine francés, y que a las historias sentimentales que ha dirigido se añaden sus reflexiones sobre las consecuencias que tuvo en la juventud Mayo del 68. “Un verano ardiente” es una curiosa película que, tras su apariencia absolutamente francesa —relativista, amoral, subversiva, burguesamente antiburguesa...— se esconde un alegato a favor del matrimonio y la maternidad, en clave de lo que la mentalidad dominante llamaría tradicional.

Se trata de una película de actores, muy bien dirigidos, y que con el telón de fondo de Roma, y sus legendarios estudios de Cinecittá, tejen una intriga que se mueve en la frontera del culebrón sin llegar a traspasarlo. Describe un mundo espiritual muy frágil, muy posmoderno, y sutilmente nihilista. Pero los personajes muestran puntos de fuga que superan ese marasmo que caracteriza al cine centro y norteuropeo contemporáneo. Por ejemplo, la adúltera Angéle es una creyente que busca momentos para ir a rezar a la Iglesia; la débil Elisabeth, que se ha intentado suicidar en el pasado, da la espalda al vacío cuando descubre jubilosa la maternidad; Fréderic reconoce que la muerte de su matrimonio está en haberse cerrado a la procreación.

Frente a tantas películas de la misma órbita cultural de Garrel, ésta parece dar un paso de superación del sesentayochismo autocomplaciente. Garrel no sólo apuesta por la familia en la resolución de las tramas, sino que el actor protagonista es su hijo Louis, conocido precisamente por protagonizar esa exaltación del 68 que fue “Soñadores”, de Bernardo Bertolucci. Y su padre, el ya anciano actor Marcel Garrel, tiene una aparición puntual que se puede interpretar como una creencia del protagonista en un “más allá” tras la muerte. Dicho esto, también hay que reconocer que el interés intrínseco del argumento es muy relativo, y los vaivenes sentimentales tienen un indudable sabor a “deja vú”. J. O.





On the Road (En la carretera) ** (4,5).

FICHA TÉCNICA.- Director: Walter Salles. Intérpretes: Sam Riley, Garrett Hedlund, Kristen Stewart, Tom Sturridge, Viggo Mortensen, Kirsten Dunst, Amy Adams, Alice Braga, Elisabeth Moss, Danny Morgan. Guion: Jose Rivera; basado en la novela de Jack Kerouac. Francia y Brasil. 2012. Drama. 137 min. Adultos.



El cineasta brasileño Walter Salles es el director de road movies por excelencia. Si con la deliciosa “Estación Central de Brasil” recorría la gran nación en autobús, y en “Diarios de una motocicleta” nos descubría todo el continente latinoamericano, ahora lo hace en Estados Unidos, yendo y volviendo en coche de costa a costa. Para ello qué mejor que basarse en uno de los novelistas contemporáneos más identificados con el género itinerante: Jack Kerouac, y su novela autobiográfica de viajes “On the Road” (1957), considerada el punto de referencia de la Generación Beat, y en este caso convertida en guion por José Rivera.

Libro y película relatan los viajes sucesivos que realizan el protagonista Sal (Sam Riley), alter ego de Kerouac, y Dean (Garrett Hedlund), en busca de emociones fuertes el segundo, de inspiración literaria el primero. Dean es el ídolo, admirado de sus amigos, y musa de Sal. Ha hecho de la depravación su estética y casi una religión, y el viaje es un rosario de robos, engaños, excesos de alcohol, drogas, sexo hetero y homosexual, servido en dúos, tríos, y lo que sea menester. Un viaje que va dejando cadáveres por el camino: las mujeres primero, los amigos después, y finalmente Dean se deja a sí mismo. Enésima historia de autodestrucción en aras de los ídolos de la liberación sesentera. Es inevitable preguntarse qué sentido tiene poner ahora sobre la mesa, una vez más, esa combinación de utopías y aniquilación que supusieron los ideales revolucionarios que eclosionaron a finales de los sesenta, y que dejaron poco más que un charco de escepticismo nihilista.

Dejando sentada la perplejidad que supone idealizar ahora lo que históricamente huele a cadáver putrefacto, no se puede negar que Walter Salles —que ya desenterró otro monstruo del desván de la historia, como fue Che Guevara— rueda con mucho talento, y dirige con fuerza a los actores. De hecho, quién iba a decir que la impávida y flemática Kristen Stewart de “Crepúsculo” fuera capaz de protagonizar las escenas de sexo de alto voltaje que aquí le obliga a hacer Salles. Un metraje excesivo, para una película excesiva, que nos habla con indulgencia de los excesos de una época de la que algunos aún tienen excesiva nostalgia. J. O.



El payaso (O Palhaço) *** (7).

FICHA TÉCNICA.-Director: Selton Mello. Intérpretes: Selton Mello, Paulo José, Larissa Manoela, Giselle Motta, Teuda Bara, Álamo Facó, Cadu Fávero, Erom Cordeiro. Guion: Selton Mello y Marcelo Vindicato. Brasil. 2011. Tragicomedia. 88 min. Jóvenes.

Premio del Público, Colón de Plata a la mejor fotografía y mención especial a la dirección artística en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva 2012, esta película ganó doce galardones del Cinema Brazil Grand Prize 2012, los Goya brasileños, entre ellos los correspondientes a mejor película, director, actor y guion original. Además, fue seleccionada por Brasil para optar al Oscar a la mejor película en habla no inglesa. Con ella, el popular actor brasileño Selton Mello (1972, Passos, Minas Gerais) consolida su carrera como director tras debutar en el largometraje en 2008 con el drama “Feliz Natal”. Más de 1,5 millones de espectadores han avalado en Brasil su propuesta en “El payaso”.

Padre e hijo, Waldemar (Paulo José) y Benjamim (Selton Mello) forman una divertida pareja de payasos, con un espectáculo de éxito en el itinerante Circo Esperanza, que recorre el Brasil más profundo y rural con su estrambótica troupe de artistas. Pero Benjamim siente que, en realidad, es un hombre sin identidad, sin número de la seguridad social y sin un lugar fijo de residencia. . “Yo hago reír a la gente..., ¿pero quién me hace reír a mí?”, se queja lastimoso. Así que se plantea dejar el circo, instalarse en una ciudad, trabajar y ser “normal”.

Cae muy simpática esta especie de fábula moral, más dramática que cómica, en la que Mello habla —como él mismo ha señalado— “sobre la identidad, nuestro papel en el mundo y lo que hemos elegido hacer con nuestras vidas. Es una road-movie en la que lo más importante no ocurre en el viaje o el paisaje, sino dentro de los personajes”. En efecto, su amplia galería de tipos humanos da a la historia un gran valor simbólico y pedagógico, pues refleja casi todas las actitudes posibles ante la vida misma, en la que cada uno debe desarrollar con sacrificio una serie de cualidades con el objetivo de acrecentar el bien común y, en consecuencia, la propia felicidad. Y, certeramente, la película muestra la peligrosa tentación individualista de pensar antes en uno mismo que en los demás, desde un rastrero planteamiento hedonista, limitador sin duda de la grandeza humana. Una grandeza encarnada en la película en la fascinante capacidad del payaso de hacer reír a los demás asumiendo y trascendiendo la propia debilidad e, incluso, la propia tristeza.

Este lúcido enfoque llena de humanidad una fresca e imaginativa puesta en escena, hábilmente aderezada con los toques surrealistas y oníricos característicos del mundo del circo. Y, sobre todo, aporta hondura y emotividad a todas las interpretaciones, a pesar de su premeditada tendencia hacia el histrionismo o la estolidez, pues por ambos extremos busca también Mello los efectos cómicos y dramáticos. En este sentido, acierta el actor-director al primar progresivamente la mirada infantil de la hija de un matrimonio de artistas del circo. Ella suaviza algún que otro detalle sórdido o grotesco y acaba imponiendo un luminoso optimismo, abierto además a la trascendencia a través de la sencilla devoción a San Filomeno, al que presentan como el patrono de los payasos. Quizás la película no tenga un público muy definido fuera de su país; pero, desde luego, revela una voz bella o original en el actual panorama del cine. J. J. M.




La venta del paraíso * (3,5).

FICHA TÉCNICA.-Director: Emilio Ruiz Barrachina. Intérpretes: Ana Claudia Talancón, William Miller, Juanjo Puigcorbé, María Garralón, Carlos Iglesias. Guion: Emilio Ruiz Barrachina, Gonzalo Suárez y Andrés Acevedo. España. 2012. Comedia dramática. 105 min. Adultos.

Aura María (Ana Claudia Talancón), joven mexicana con un sórdido pasado, consigue una oferta para viajar a España con un contrato de trabajo. Ya en Madrid, la chica descubre que el contrato, la reserva de hotel y el billete de regreso son falsos. Sus ilusiones se desmoronan, y termina viviendo en la singular pensión de doña Pura (María Garralón), habitada por un extravagante grupo de desarrapados y perdedores: El Paisa (Carlos Iglesias), un entrañable conseguidor; Olivetti (Juanjo Puigcorbé), un travesti con el alma herida; Oswaldo (William Miller), un afinador de pianos que quiere ser director de orquesta…

El montaje paralelo del desenlace, en torno a la preciosa “Obertura 1812”, de Tchaikovsky, es de lo poco salvable de esta comedia coral, supuestamente desmelenada y surrealista, en la que el madrileño Emilio Ruiz Barrachina (“A la sombra de los sueños”, “Pequeños crímenes perfectos”, “El discípulo”, “Morente”) adapta su propia novela, con la ayuda en el guion de Gonzalo Suárez y Andrés Acevedo. El filme apunta alguna idea interesante, con lejanos ecos buñuelescos y berlanguianos; pero, en general, domina en él un tono tosco y zafio, que a menudo se convierte en grotesco e irreverente, sobre todo en lo referente al personaje del obispo hedonista (Txema Blasco). La mayoría de los golpes de humor no tienen gracia, el guion carece de ritmo y chispa, y casi todas las interpretaciones ceden a un histrionismo patético, en el peor sentido del adjetivo. Ha sido uno de los últimos trabajos de la actriz Mariví Bilbao. J. J. M.



Serie B * (1,5). Director y guionista: Richard Vogue. Intérpretes: Manolo Zarzo, Roger Pera, Sonia Monroy, Jaume Fuster, Cata Munar, Marta Simonet, Nuria de Córdoba, Eva Losada. España. 2011. Thriller. 76 min. Adultos.

Willie Molina (Manolo Zarzo) es un viejo actor español, que tuvo un notable éxito actuando en películas de serie B estadounidenses. Hoy se encuentra retirado en su maravillosa finca, aislada en medio del campo y en la que practica la caza. Una mañana, hiere por accidente a dos chicas que estaban en plena montaña, Lidia (Sonia Monroy) y Katy (Cata Munar), y las lleva a su finca para auxiliarlas, al tiempo que las invita a quedarse, a comer y a bañarse en su magnífica piscina. Sin embargo, las chicas no resultan tan inocentes como parecen a primera vista, y hacen entrar en la casa a dos compinches suyos, Robin (Roger Pera) y Jaume (Jaume Fuster). Las cosas se complican cuando el grupo de jóvenes pretenden robar al viejo actor. Willie tampoco resulta tan fácil de apresar. En la casa, aislada de todo, se inicia una cacería entre unos y otros, en la que se hace difícil saber quién es más malvado. Una chica, Mabel (Marta Simonet), que al parecer estaba encerrada en la casa viene a dar un nuevo giro a la historia, que finalmente terminara de una manera absolutamente desconcertante y sorprendente.

Aunque parezca increíble, esta es la sinopsis más o menos oficial de este infumable cóctel de violencia gore, sexo casposo y sádica locura, pésimamente rodado, producido y escrito por el barcelonés Ricard Reguant (“Escrito en las estrellas”) bajo el pseudónimo de Richard Vogue, que ya empleó en los años 80 del siglo pasado para firmar varias películas eróticas de títulos irrepetibles. Desde luego, “Serie B” no hace honor a su título, pues no supera en ningún momento los niveles de la serie Z. Es todo tan cutre que produce constantemente vergüenza ajena y carcajadas a destiempo. Sorprende que el veterano actor Manolo Zarzo se haya prestado a semejante despropósito, cuya canción de créditos interpreta Gisela. J. J. M.

Nacho Duato: Danse la danse *** (7).

FICHA TÉCNICA.- Director y guionista: Alain Deymier. España y Francia. 2012. Documental. 71 min. Jóvenes.

Verano de 2010. Teatro Bolshoi de Moscú. Nacho Duato se despide de la Compañía Nacional de Danza después de 20 años como su director artístico. La función del Bolshoi será la última con la Compañía. Entre bastidores, asistimos a los preparativos y ensayos, recordamos algunas de sus coreografías más destacadas y escuchamos al propio Duato y a sus colaboradores y bailarines. Esa última actuación marca el final de un ciclo y el principio de una nueva etapa profesional de Duato, como director del ballet del Teatro Mijáilovski de San Petersburgo.

Más que un documental al uso, esta película de Alain Deymier (“Les rideaux rouges”) es un sentido homenaje fílmico al laureado bailarín y coreógrafo valenciano, considerado como una de las figuras de mayor relevancia internacional de la danza contemporánea. La película ilustra muy bien la fascinación de Duato por la música y sus principales claves creativas, especialmente a través de sus sensacionales coreografías con música de Bach y del impresionante Domine que hilvana el magnífico tráiler de la película. J. J. M.

Nana ** (5,5). Director: Valérie Massadian. Intérpretes: Kelyna Lecomte, Alain Sabras, Marie Delmas, Yves Monguillon, Leo Penot, Max Penot. Francia. 2011. Drama. 68 min. Jóvenes.

Nana (Kelyna Lecomte) es una precoz niña de cuatro años que vive con su madre (Marie Delmas) en una casa en medio de un bosque francés, no demasiado lejos de la granja de cerdos de su abuelo (Alain Sabras). Una tarde, cuando vuelve del colegio, Nana descubre la soledad de su hogar, de modo que tendrá que desenvolverse sola y explorar su temprana libertad.

Premio a la mejor ópera prima en el Festival de Locarno 2011, esta singular película de ficción con factura de documental se inicia con la cruda matanza de un cerdo, en presencia de unos niños, que impacta profundamente. Pero, después de este poderoso arranque, la francesa Valérie Massadian se limita a filmar e hilvanar las andanzas cotidianas de la pequeña Kelyna Lecomte, en sí encantadoras y a veces muy divertidas por las singulares salidas de la niña, pero más a menudo tediosas y enormemente crípticas en sus pretensiones dramáticas, también porque el etéreo personaje de la madre no aporta casi nada.

¿Es madre soltera esa bella y siempre apresurada mujer? ¿Padece alguna enfermedad mental? ¿Está viva o es una imaginación de la niña? Ninguna de estas preguntas obtiene respuesta; de modo que el espectador permanece perplejo durante todo el metraje, sin referentes claros ni música de apoyo, tan sólo con una bella puesta en escena, fotografiada y montada con esmerada sensibilidad. En este sentido, quien quiera bucear en los dramas de la infancia y en las relaciones entre una niña pequeña y su madre que alquile en un buen videoclub Ponette, aquella obra maestra que nos regaló el parisino Jacques Doillon en 1996. J. J. M.



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