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Críticas de los estrenos de cine del 11 de enero

Análisis de los estrenos de cine de esta semana: Jerónimo José Martín y Juan Orellana comentan “Jack Reacher”, “Amor”, “Volver a nacer”, “Peso pesado”, “El páramo”, “El muerto y ser feliz”, “Lola versus”, “El día que murió Gracia Imperio” y “Marcos, el lobo solitario”.

Imagen de Jack Reacher

Imagen de "Jack Reacher"

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Tiempo de lectura: 10'Actualizado 26 may 2017

Jack Reacher *** (7). En una ciudad estadounidense, un francotirador asesina a cinco transeúntes. Todas las pruebas apuntan contra James Barr (Joseph Sikora), un desequilibrado ex combatiente de la Guerra del Golfo. Durante el interrogatorio, Barr guarda silencio y escribe una nota: “¡Busquen a Jack Reacher!”. De este modo, su idealista abogada, Helen Rodin (Rosamund Pike) —hija del fiscal del caso, Alex Rodin (Richard Jenkins)—, contacta con el esquivo Jack Reacher (Tom Cruise), un duro y concienzudo ex policía militar, que sirvió en el mismo cuerpo que Barr, y que ahora ejerce como investigador privado, con métodos poco ortodoxos. Comienza así una angustiosa búsqueda de la verdad, que enfrentará a Reacher contra un enemigo inesperado, sumamente violento y que guarda un turbio secreto.

Esta película intenta iniciar una nueva franquicia a partir de la novela “Un disparo”, la novena de las 17 escritas desde 1997 por el escritor británico Lee Child — pseudónimo de Jim Grant— en torno al vagabundo y taciturno detective. Su argumento no es demasiado original, pero está muy bien resuelto por el estadounidense Christopher McQuarrie, famoso por sus guiones de “Sospechosos habituales” —premiado con el Oscar— y “Valkiria”, que ya debutó tras la cámara en 2000 con “Secuestro infernal”. El guión es fluido, está muy bien dialogado y subraya con acierto los defectos del sistema judicial estadounidense y los conflictos dramáticos y morales de los personajes, enriqueciendo la acción y la intriga con fuertes detalles de cine negro al estilo clásico.

Tras la cámara, McQuarrie se muestra bastante sólido, tanto en las bien dosificadas secuencias espectaculares como en los pasajes más dramáticos. Y los elogiables esfuerzos físicos e interpretativos de Tom Cruise se ven reforzados por el buen hacer del resto del excelente reparto, en el que brillan —como siempre— Rosamund Pike, Richard Jenkins y Robert Duvall, y en el que sorprende el septuagenario cineasta alemán Werner Herzog en un papel corto pero poderoso. Queda así una notable película de género, a ratos demasiado violenta, pero bastante por encima de la media y que gustará a un público amplio. J. J. M.



Amor (Amour) ** (5,5). En el mes de diciembre de 2012 se entregaron en La Valetta (Malta) los Premios que desde hace 25 años concede la Academia de Cine Europea. Carlos Saura entregaba los galardones de mejor película y mejor director a Michael Haneke por “Amor”, que ya traía bajo el brazo la Palma de Oro en Cannes. Sus protagonistas, Jean-Louis Tringtignant y Emmanuelle Riva, recibieron también sendos premios europeos a mejor actor y mejor actriz. Pero lo más impresionante es cómo toda la crítica ya había caído rendida de bruces en Cannes ante este filme: “The Hollywood Reporter”, “Variety”, “The Guardian”, “The New York Times”... y prácticamente toda la prensa española. Sin duda Haneke es un cineasta excepcional, su trabajo en Amor es extraordinario, y no digamos el de sus intérpretes; pero para Haneke tan importante es lo que cuenta como el cómo lo cuenta. Y lo que nos sirve en este plato de impecable diseño es una vianda de muerte que reclama una reflexión.

El argumento, inspirado en el suicidio de una tía de Haneke, cuenta los últimos años de la vida de los parisinos Georges (Jean-Louis Tringtignant) y Anne (Emmanuelle Riva), un matrimonio de músicos octogenarios de reconocido prestigio y vasta cultura, la quintaesencia de la civilización europea ilustrada. Entre ellos aún existe un amor lleno de delicadeza. Tienen una hija casada que también se dedica a la música y a la que ven muy poco. Un día, Anne sufre una embolia, y queda paralizada de medio cuerpo. Comienza un proceso de degradación física y deterioro mental que pondrá a prueba a su enamorado esposo. Pero ella deja muy claro su deseo antes de perder la cabeza: “Así no tiene sentido vivir”.

La película empieza sorprendiendo al espectador ingenuo, que llega a pensar que Haneke está irreconocible. Parece que se trata de un filme sincero, auténtico, sobre la belleza del amor humano y sobre la grandeza tierna de la vejez; pero en el minuto 40 comprendemos que Haneke no ha cambiado, que nos esperaba a la vuelta de la esquina con su filosofía nietzscheana. La película está llena de rencor hacia la vida, una vida que Haneke sólo considera digna de ese nombre cuando se doblega a su proyecto. La vida sólo es vida para Haneke cuando excluye el misterio del dolor, la herida del sufrimiento. En cuanto aparece la radical contingencia del ser, tan evidente en la enfermedad y la vejez, en cuanto la vida reclama a gritos un significado, casi inevitablemente trascendente, Haneke impone la “solución final”: una vida así debe ser eliminada, drásticamente. Todo menos dejar que el Misterio pueda conquistar un espacio propio, todo menos impedir que el hombre tenga la última palabra. La película tiene muchos momentos verdaderos, muchos, pero se envilecen al ser utilizados como envoltorios de una gran mentira. La mentira de contraponer el amor a la vida, la mentira de que el fin justifica los medios, la mentira de darle el poder absoluto a la propia subjetividad, la mentira de llamar amor al despotismo de quien se cree con razones para quitar la vida cuando ésta no se rige por los propios criterios.

Haneke es fiel a sí mismo, a su mirada sobre el mundo y a su forma de entender el cine. Su nihilismo no es sincero, visceral e inmediato. Es un nihilismo de salón, estudiado, intelectualizado e ideologizado. Es el nihilismo de la Europa cansada de sí misma, aburrida de mirarse al espejo. Precisamente el nihilismo que encandila en los festivales del Viejo Continente, y que huele a fruto póstumo de un progresismo decapado, setentero, ya rancio por su falta de horizonte ideal. No juzgamos a los personajes, que ciertamente inspiran toda nuestra compasión; no aprobamos el homicidio, ni el suicidio, pero comprendemos el dolor exacerbado que nubla la razón; no es difícil perdonar a nuestro protagonista. Tampoco creemos que Haneke haya querido rodar un filme sobre la eutanasia. Lo que ha hecho ha sido utilizar una situación humana trágica y conmovedora para volcar su propia mirada ideológica sobre la vida. Una mirada que nace, no de la negación del sentido, sino de la negación misma de su posibilidad. También Iñárritu en “Biutiful” se enfrenta a la enfermedad terminal y a la muerte pero, no siendo creyente, es honesto con la razón y deja abierta la puerta a lo ignoto, a un significado que esté más allá de nuestra miope mirada, de nuestro estrecho perímetro. Haneke no quiere ni oír hablar de eso, como ya ha demostrado en sus anteriores películas.

El acopio de reconocimientos que ha merecido esta película deja claro que el triunfo cultural del marxismo en el siglo XX ha dejado paso en el nuevo siglo al triunfo del nihilismo. Europa, si aún existe más allá de una denominación geopolítica, se está haciendo la eutanasia. J. O. (“Alfa & Omega”).


 
Volver a nacer (Venuto al mondo) ** (5). Casada con un carabinero (Sergio Castellitto), Gemma (Penélope Cruz) es una madura mujer italiana que viaja a Sarajevo con Pietro (Pietro Castellitto), su hijo adolescente. Su objetivo es visitar una exposición fotográfica de Diego (Emile Hirsch), un fotógrafo estadounidense, alegre e idealista, con el que Gemma vivió un apasionado romance. La mujer recuerda así su juventud, en los años 80 y 90 del siglo pasado, durante la Olimpiada de Invierno y el terrible asedio de Sarajevo, que Gemma sobrellevó con la ayuda de Gojco (Adnan Haskovic), un extrovertido guía bosnio.

Tras la notable “No te muevas”, el actor y director italiano Sergio Castellitto vuelve a dirigir a Penélope Cruz en esta fallida adaptación de la ambiciosa novela “La palabra más hermosa”, de Margaret Mazzantini, esposa de Castellitto, con el que ha escrito el guión. Lo mejor del filme es precisamente la interpretación de Penélope Cruz, que intenta por todos los medios afilar las aristas de su personaje. Sus elogiables esfuerzos le han valido la candidatura al Goya a la mejor actriz, pero no logran salvar un guión deslavazado y sin perspectiva moral, en el que el melodrama se transforma en culebrón desatado y sórdido, y en el que se pierden en el caos el retrato costumbrista, las críticas a la guerra, el ansia de maternidad de la protagonista y sus traumáticas relaciones con los hombres. Además, ese exceso de tono provoca unas interpretaciones demasiado histriónicas y un tratamiento del sexo decididamente morboso. Es una pena, porque, además del buen trabajo de la actriz española, Castellitto aprovecha una generosa producción para ofrecer una puesta en escena bastante poderosa y, a veces, espectacular. J. J. M.



Peso pesado (Here Comes the Boom) ** (5,5). De 42 años, Scott Voss (Kevin James) es profesor de Biología en un decadente instituto de Estados Unidos. Los recortes amenazan con cancelar las clases de Música y, por tanto, con mandar a la calle a Marty (Henry Winkler), el veterano y carismático profesor a cargo de ellas. Para evitarlo, Scott comienza a recaudar dinero haciendo doblete y trabajando como luchador de artes marciales mixtas, con la ayuda de Joe Rogan, un famoso ex luchador que intenta obtener la ciudadanía estadounidense. Todos piensan que Scott está chalado, sobre todo Bella (Salma Hayek), la enfermera del instituto, a la que el profesor le lanza los tejos sin éxito. Pero, en su cruzada por los estudiantes, Scott logra unir a todo el instituto y despierta el interés de Bella.

Su capriano tono familiar y sus positivas reflexiones sobre la educación, el amor, la amistad y el afán de superación salvan esta comedia ligera, producida por el cómico Adam Sandler y dirigida por el especialista Frank Coraci (“El chico ideal”, “Zooloco”, “Click”, “La vuelta al mundo en 80 días”), ambos neoyorquinos. Aunque incluye algunas leves concesiones zafias y escatológicas, el guión de Kevin James, Allan Loeb y Rock Reuben es mucho menos tosco de lo que es habitual en las comedias de sus responsables. Por su parte, los actores —con el incombustible Kevin James a la cabeza— encarnan con convicción a sus personajes, compensando su premeditado histrionismo con un buen nivel de emotividad y buen humor. Los combates están bien coreografiados y suavizan su violencia con el tono amable del relato. En fin, que la película se deja ver si no se le exige demasiado. J. J. M.



El páramo ** (6). Este thriller de terror es una coproducción entre Colombia, España y Argentina. Dirigida y escrita por el colombiano Jaime Osorio Márquez, cuenta los trágicos sucesos ocurridos a un comando de militares colombianos que llegan a una estación de telecomunicaciones de alta montaña que se sospecha que ha sido atacada por la guerrilla. Allí encuentran a todo el destacamento muerto en circunstancias extrañas y violentas. Pero no hay rastros de la guerrilla: sólo una mujer encerrada que parece haber sido víctima o protagonista de un rito satánico. A partir de ese momento se va a ir enrareciendo el ambiente hasta tornarse en una auténtica pesadilla.

Desde el punto de vista del género, la cinta es original, ya que ni se puede decir que sea un thriller sobrenatural al uso ni que sea un drama sociológico, al estilo de “La caza”, de Saura, sino una curiosa combinación de ambas que finalmente se puede leer como una metáfora de la guerra civil que vive Colombia desde hace años. No hay casi efectos especiales, ni aterradoras apariciones: más bien primeros planos que hablan del miedo, de la soledad, del arrepentimiento...; en definitiva, de los horrores de la guerra. El ambiente del filme favorece esta siniestra reflexión, con una espesa niebla envolvente y una oscuridad permanente, que subraya el aislamiento de cada soldado, una soledad que en algunos es rayana con la locura. Al final da la sensación que los elementos satánicos son poco más que una excusa para hablar del infierno terrenal de la guerra. J. O.


 
El muerto y ser feliz ** (4). Santos (José Sacristán) es un viejo asesino profesional —seco, cínico y con tres tumores mortales—, que no logra recordar el nombre de su primera víctima. Harto de todo, un día monta en su antediluviano automóvil y se embarca en un viaje a ninguna parte desde Buenos Aires hasta Salta, ya en la frontera con Bolivia. Érika (Roxana Blanco), una atormentada chica que encuentra en la carretera, será su fiel escudera a lo largo de cinco mil kilómetros, que Santos soporta gracias al cargamento de morfina que ha conseguido en un hospital.

Después de las discutidas “Lo que sé de Lola” y “La mujer sin piano”, el madrileño Javier Rebollo insiste en un críptico minimalismo narrativo, de planificación y montaje sugerentes, pero de fondo nihilista y ritmo tedioso, marcado esta vez por dos permanentes voces en off —una femenina (la coguionista Lola Mayo, esposa del director) y otra masculina (el propio Javier Rebollo)—, tan irritantes como las morbosas escenas sexuales que trufan la película. José Sacristán y Roxana Blanco cumplen con sus desdibujados personajes, pero no logran transmitir al espectador ninguna emoción reconocible. Otro cargante ejercicio de estilo, por tanto, con cierto vigor visual, pero vacío por dentro, aunque se invoque al humor negro para darle algo de sentido. J. J. M.

Lola versus ** (4,5). Esta película se inscribe en el casi subgénero de “treintañeros en crisis”, que tan buenas y malas películas nos ha brindado en los últimos años. A veces se ofrecen miradas críticas e inteligentes, como es el caso del español Cesc Gay, y en otras ocasiones se proponen lecturas complacientes, que a menudo resultan patéticas. Es el caso de la reciente “Despedida de soltera” (“Bachelorette”, Leslye Headland, 2012) y de “Lola versus”, del actor y director neoyorquino Daryl Wein, cuyo subtítulo en EE.UU. fue “Lola versus Sex, Love, Lola, the World”. El director debutó en 2009 con “Sex Positive”, un documental sobre el activista gay de los ochenta Richard Berkowitz, uno de los impulsores del “sexo seguro”. Posteriormente, dirigió la comedia romántica “Breaking Upwards”, cuyo guión coescribió con la actriz Zoe Lister Jones. Ahora ha vuelto a asociarse con ella para el guión de “Lola versus”, una cinta que protagoniza la actriz californiana Greta Gerwig, a la que vimos recientemente en “Damiselas en apuros” y “Sin compromiso”.
    
Con estos precedentes es fácil entender el tono de esta película que nos cuenta los devaneos y la confusión de Lola, después de que su novio Luke (Joel Kinnaman) se haya acobardado en vísperas de su boda y haya puesto fin a su relación después de años de noviazgo y convivencia. Asesorada por su impresentable y frívola amiga Alice (que encarna la guionista Zoe Lister Jones), tantea varias relaciones, con Henry (Hamish Linklater) o con Nick (Ebon Moss-Bachrach), que no van más allá de encuentros sexuales. Detrás de Lola hay unos padres (encarnados por los veteranos Bill Pullman y Debra Winger), que son la antítesis del punto de referencia; de mentalidad superficial y adolescente, están lejos del ideal que ella precisa.
    
El resultado es una película que consagra la perplejidad, que disuade de las relaciones estables y que, en general, se antoja patética por la inconsistencia de sus personajes, el nivel de zafiedad de tantas conversaciones y situaciones, y la ausencia de contrapuntos de interés. Ciertamente, está dirigida con oficio, y Greta Gerwig es la mejor actriz para este tipo de personajes; pero el guión es el subproducto de una cultura que se regodea de lamer sus propias heridas. J. O.



El día que murió Gracia Imperio —. “El día 1 de noviembre de 1968 fueron encontrados sin vida los cuerpos de dos personas, un hombre y una mujer, en el apartamento número 13 de la C/ Cuenca 78, de Valencia. Ella era Emilia Argüelles Catalina, más conocida como Gracia Imperio. La noticia de su muerte causó un gran impacto en toda la ciudad, ya que era una artista de grandes triunfos en toda España, pero principalmente en la capital del Turia. 40 años después, se hace una investigación de los hechos a través de testigos y amigos de las víctimas para tratar de esclarecer el misterio que envolvió el caso de la muerte de la famosa vedette y de su joven amante, a la vez que se analizan las condiciones sociales de la época”. Esta es la sinopsis oficial de este documental del leridano Francesc Betriu (“Corazón solitario”, “Réquiem por un campesino español”, “Sinatra”, “La duquesa roja”, “El paraíso ya no es lo que era”, “Mónica del Raval”), que no han mostrado a la prensa de Madrid. Por el tráiler y por los anteriores trabajos de Betriu, seguramente sea un tanto sórdido y tendencioso. Jerónimo José Martín.

Marcos, el lobo solitario —. Tampoco han realizado pase para la prensa de este documental del cordobés Gerardo Olivares (“Caravanas”, “La gran final”, “14 kilómetros”), rodado a lo largo de cinco años y que recuerda la historia de Marcos Rodríguez Pantoja, que inspiró su notable película de ficción “Entrelobos”. El apodado Niño Salvaje de Sierra Morena fue vendido por su padre a un cabrero cuando apenas contaba siete años. Abandonado en pleno monte, sobrevivió durante doce años como uno más entre una manada de lobos. A través de material de archivo, del making of de “Entrelobos” y de filmaciones de la vida de este lobo solitario en la actualidad, se desvelan las heridas que le ha dejado su alucinante aventura y se muestra cómo se enfrenta al mundo de hoy. Tiene muy buena pinta, al igual que el siguiente proyecto de Olivares, “El faro de las orcas”, basado en otro hecho real ocurrido en Argentina, y que se rodará con el mismo método que “Entrelobos”: con una unidad de dirección de naturaleza y otra de ficción. J. J. M.



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