Bueno, pues roto el frente constitucionalista contra el Gobierno separatista de Cataluña, que aplasta los sentimientos de la mitad de la población y de 40 millones de españoles, ya está el follón servido. Mientras que Pedro Sánchez protagonizaba una toma de posesión de trámite, de una esencialidad en los gestos que recordaba las primeras bodas por lo civil, Quim Torra se montó en Barcelona una ceremonia llena de lágrimas e himnos y abrazos, con toda la suntuosidad de una tenida masónica, que es a lo que recuerda el suelo en damero blanco y negro de la sala y esa mesa central que parece un altar en un presbiterio. Todos los parientes de los ex consejeros en prisión y fugados se abrazaron con los nuevos ministrillos y aquello pareció una película sobre Sudáfrica en la resistencia.

El presidente catalán aprovechó para repetir que piensa llevar a cabo la independencia y cerró el acto gritando Viva Catalunya Lliure.

Y ahora que ha caído el gobierno del PP ya sabemos que lo que pide Torra son rebajas para las penas por rebelión y una amnistía para sus presos. Mañana lunes añadirá además que se le quite a la Generalidad la vigilancia económica por recibir fondos del FLA, para poder hacer con el dinero de todos su independencia. Recordemos que esa vigilancia no está vinculada al 155, que se suspende ya, con la entrada del nuevo gobierno de Catalunya. Es una medida que se tomó con anterioridad y que resulta indispensable para que Torra se piense muy bien qué hacer con el dinero público.

Claro que la nueva Generalidad lo tiene pintiparado, por el caos de gobierno en España que ha propiciado el PSOE. Antonio Hernando, del PP, ha calificado de fraude la forma de hacerse con el poder de Pedro Sánchez.

En opinión del portavoz del grupo parlamentario popular, Sánchez ha conseguido por fin lo que llevaba intentado desde 2015.

Y a río revuelto, ganancia de pescadores. Los golpistas se frotan las manos pensando que el caos entre los constitucionalistas les va a poder permitir desandar lo conseguido por la democracia. Y Torra promete restaurar todas las medidas separatistas, desde el armazón diplomático hasta las leyes rupturistas.

Da mucha pena que Pedro Sánchez comience sustituyendo al fiscal general del Estado, que ha sido una pieza clave para apoyar al juez Llarena en la lucha contra los golpistas. Más que nunca será precisa la vigilancia de la oposición sobre un gobierno débil, de 84 escaños, empeñado en permanecer en el poder a toda costa sin pasar por las urnas.

En la calle, entretanto, hay quien todavía no se ha enterado de que Mariano Rajoy ya no es presidente y va creciendo el clamor por una convocatoria electoral. El campeón del tenis, Rafa Nadal, lo expresaba ayer.

Es buena la definición, incomodidad. Incomodidad y peligro frente al golpismo.