"Confesaré que a veces me dejo llevar por un rapto de melancolía. Uno se deja las balas y las razones disparando contra las mentiras del nacionalpopulismo catalán, pero el monstruo no reacciona. Sigue creciendo, aplastando con su masa de totalitarismo sonriente las libertades políticas de todos los ciudadanos, mientras alrededor hay indocumentados que lo comprenden, cínicos que se aprovechan y gilipollas que aplauden. Porque no han leído nada sobre lo que pasó en el siglo XX. O porque su triste vida está necesitada de emociones. O porque han nacido sin vergüenza, sin cerebro o sin responsabilidad. Pero para animarme un poco, vamos a hablar del bueno de la semana.

El bueno: el juez Juan Antonio Ramírez Sunyer.

Exacto, el titular del juzgado de instrucción número 13 de Barcelona, el hombre que ordenó el miércoles la operación de desmantelamiento del referéndum ilegal, en estricto cumplimiento de su deber como agente de la ley. Al juzgado donde trabaja Ramírez Sunyer no le van a faltar escraches de aquí al 1 de octubre, porque la turba ignorante y subvencionada no entiende sutilezas como la separación de poderes, pero la prensa nacional del movimiento indepe tiene complicado presentar a un juez catalán condecorado por los Mossos como un fascista redomado. Pero en ello están, y en prometer la cura del cáncer al que vote sí en el referéndum, mientras los justos de esta hora, frente al acoso de los fanáticos, inscriben su nombre en la página más heroica de la reciente historia de Cataluña.

El feo: el mayor Trapero.

El famoso José Luis Trapero, o Josep Lluís, como se dice aquí y en la China popular, que diría un tocayo famoso. Trapero es el jefe de un cuerpo de policía judicial que tiene problemas para obedecer al juez, lo cual es como si Diego Costa tiene problemas para obedecer a Simeone. Trapero es muy dueño de dedicar el tiempo libre a comerse paellas con doña Pilar Rahola, pero durante su jornada laboral su trabajo pasa por cumplir la orden del juez de proteger a la Guardia Civil que está realizando registros. Y eso es exactamente lo que no hizo en la sede de la consejería de Educación, de donde la secretaria judicial tuvo que escapar por la azotea. Y hacer dejación de funciones es algo muy feo, don Josep Lluís, sobre todo porque usted está para salvaguardar el orden público, no para tolerarlo en función del color de la bandera del agitador en cuestión.

Y el malo…

Tengo tanto donde elegir: Puigdemont, Junqueras, Rufián, Colau, Forcadell, Iglesias… Todos se lo merecen porque todos están entregados a la tarea miserable de ahondar la fractura social que se vive ya en cada familia de Cataluña, en la confianza de que dividir es vencer. Pero esta vez me voy a fijar en esos institutos como el de Olot que usan sus aulas a la manera norcoreana para inducir a padres y alumnos a protestas teledirigidas contra el Estado de Derecho. En las cartas que envían a los padres en demanda de autorización escrita, para que conste registro de buenos y malos catalanes, invocan esa pestilente retórica libertaria sobre presuntos derechos pisoteados. Cuando los únicos derechos pisoteados aquí son los de los catalanes que se sienten españoles. Algunos colegios catalanes, más que colegios, ya parecen madrasas coránicas donde se inculca el nuevo dogma nacional.

Bala en la recámara…

Pues más que un disparo de despedida, hagamos una salva de honor para el verdadero rostro del Estado en estos momentos críticos, que es el rostro de Cristóbal Montoro. Su intervención de las cuentas catalanas ha dejado a Junqueras hecho un mar de lágrimas, señal de que interviene en la buena dirección. Entre Montoro y la Guardia Civil, malo será que no se pare el golpe."