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El bueno, el feo y el malo, viernes 10 de noviembre de 2017

“Al capítulo del docudrama catalán de esta semana no le ha faltado de nada: alcaldes con la vara empinada escapados de un corral dando vergüenza en Bruselas, huelguistas que fracasan pero logran bloquear Cataluña con el beneplácito de unos Mossos presuntamente intervenidos y el interrogatorio en el Supremo a Forcadell y resto de compañeros mártires, que terminaron acatando el 155 como si fueran legionarios de Melilla. Y es que el guion del Procés, además de su ínfima calidad dramática, está escrito por cobardes. Políticos de una hipocresía tan ancha que en ella cabe primero una arenga callejera llamando a la revolución y después un murmullo de disculpa ante el señor juez, no vayamos a dormir en el talego más de una noche. Esta es la pasta de la que están hechos los pastores indepes; si después de lo que estamos viendo vuelven a votarles el 21 de diciembre, eso ya es problema de las ovejas.

Tiempo de lectura:2Actualizado15 mar 2023

El bueno: Albert Rivera

El suyo es el único partido que sube en todos los sondeos, y al mismo tiempo es el líder mejor valorado. En Ciudadanos están satisfechos pero no lanzan las campanas al vuelo, pues guardan una amarga experiencia de los entusiasmos demoscópicos que saludaron su primera expansión, entusiasmo que luego las urnas no confirmaron como ellos esperaban. Lo que no se puede negar ya es que el centro se consolida en España y de paso le roba un suculento puñado de votos al PP de Rajoy, que no es el PP de Aznar, que esta semana se ocupó de que se supiera que su líder preferido es Rivera. Pero el caso es que su santo dedo se posó sobre don Mariano, y es el marianismo el que debe preguntarse por qué lo abandona una porción notable de sus votantes en dirección a la alternativa naranja. Corrupción aparte, todo apunta a una sola causa: la contundencia frente al nacionalismo, que identifican en Rivera con mucha mayor nitidez que en Rajoy.

El feo: la camiseta de la selección

Que más que republicana es principalmente fea, y de infausto recuerdo, pues remite a nuestra penosa participación en el Mundial de Estados Unidos y a los ortopédicos remates de Julio Salinas. Pero sobre todo remite al desmadre que reina en la Federación desde la caída de Villar y bajo la regencia de Larrea, quien ahora no se quiere responsabilizar de su garrafal elección: un diseño donde es evidente el efecto óptico que genera la mezcla del rojo con el azul. Nada tiene este sheriff contra el color morado, que era el pendón de Castilla y como tal fue incorporado a la bandera republicana y hasta al escudo del Real Madrid. Lo que sí cabe exigir a Larrea o a quien mande en esa cueva es un poquito de sentido de la realidad, porque ni el fútbol es solo un juego ni la Selección es todavía el club de mercenarios que pinta el señor Piqué, sino un poderoso instrumento de canalización patriótica. Y lo es en España, en Alemania y en la China popular. Y cuando los balcones de todo el país se llenan de rojigualdas, no demuestra ninguna sensibilidad obligar a nuestros representantes en el terreno de juego a jugar con una tricolor al hombro. No es tan difícil de entender, señores.

El malo: el intervenido concejal Sánchez Mato

El hombre que se atrevió a sostener durante dos años un abierto desafío contra el único hombre en España al que nunca puedes vencer: don Cristóbal Ricardo Montoro Romero. Se puede criticar a Montoro por muchas cosas, pero hombre, escandalizarse de que Montoro intervenga un ayuntamiento por incumplir la norma fiscal es como quejarse de que Lamela intervenga la libertad de un sedicioso para defender la ley. El trabajo de Montoro consiste en intervenir, si acaso le criticamos que no lo haga igual en otros casos y otras administraciones más afines. Ocurre que Sánchez Mato se puso tonto hasta con su jefa, que le ha retirado la interlocución con Hacienda y no hace más porque no puede o no le dejan. La verdad es que ahora el díscolo concejal nos da un poco de lástima: es muy duro saltarse la ley y no tener una coartada patriotera a la que aferrarse. Si por lo menos la Cibeles fuera una nación, el muchacho podría venderse como el descendiente okupa de Manuela Malasaña. Pero solo es otro listillo cazado por el fisco y demasiado sectario como para estar administrando el dinero de todos los madrileños.”

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