La terrible guerra que se desarrolla en el lejano y paupérrimo Yemen, donde la ONU ha denunciado la peor crisis humanitaria de nuestro tiempo, se impone hoy sobre las peripecias de nuestro complejo marco europeo. No podemos olvidar que más allá de nuestras fronteras prosigue su marcha infernal una guerra que está dejando en ruinas a ese olvidado país, que ya ha vivido otros traumáticas conflictos que muestran la dificultad de convivencia entre a la diversa población de origen saudí sunita e iraní chiita.

Días atrás, el ejército expedicionario saudí, que cuenta con el apoyo de Estados Unidos y se abastece de armas en Francia, puso fuera de combate al responsable político de los rebeldes chiíes. Los saudíes habían puesto precio a la cabeza de este y otros guerrilleros pro-iraníes con una dotación cercana a los 500 millones de dólares. El conflicto ha causado ya más de diez mil muertos y millones de desplazados que, junto a los sirios, esperan su oportunidad de saltar a Europa como refugiados políticos, en tanto que la ONU grita en vano a favor de un cese imposible de hostilidades mientras las armas fluyen sin cesar hacia los bandos enfrentados. Como ocurre en Siria, la comunidad internacional se ve impotente ante esta tragedia, promovida por el choque de ambiciones de Irán y Arabia Saudita, cada una con sus propios aliados, que se benefician con el tráfico de armas y sangre ajena.