Las reacciones de entusiasmo que parecían llegar de la oposición venezolana durante las elecciones del pasado domingo se ven superadas por la realidad. Las cifras hablan por sí solas: el chavismo ha ganado en 17 de los 23 estados. Es verdad que la Mesa para la Unidad Democrática partía con desventaja, porque no pudo presentar candidatos en todas las circunscripciones, es verdad que todo el poder político está en manos del oficialismo y es verdad que el consejo nacional electoral ha jugado sucio. La MUD contaba con ello y sin embargo, pese las llamadas a la abstención de algunos grupos opositores, decidió ir a los comicios y enfrentarse al chavismo en las urnas.

La oposición democrática ha anunciado que no reconoce los resultados y que no va a sentarse con el chavismo en ninguna mesa de diálogo. El chavismo, pletórico, ha avisado de la fortaleza de un régimen en el que el poder militar y político uno solo. Así las cosas. ¿Qué puede suceder a partir de ahora? Votar en dictadura es una de las tareas políticas más duras y menos gratificantes. Y más aún, si como ha sucedido en Venezuela, un porcentaje muy importante de ciudadanos opositores han optado por la abstención. Los demócratas tienen un grave problema tras cuatro meses de manifestaciones y más de 120 muertos. Las elecciones eran una oportunidad de oro porque más allá de la vía electoral solo queda el enfrentamiento civil.