La sesión de control al Gobierno en el Congreso ha servido para que los parlamentarios de Podemos, apoyados por los del PDCat, conviertan la sede de la soberanía nacional y del debate público racional en un circo político aprovechando el foco de la atención de los medios. No es la primera vez que este grupo muestra en pie unos carteles, en esta ocasión reivindicando la libertad para los que ellos denominan presos políticos, los detenidos Jordi Sánchez y Jordi Cruixart.

La escenografía a la que nos tiene acostumbrados la formación morada atenta contra las normas mínimas del decoro parlamentario, pero lo más grave es la falsedad radical del contenido de sus proclamas. Es muy grave que el tercer grupo de la cámara se vuelva descaradamente contra nuestro sistema democrático calificando de presos políticos a unos activistas que están en la cárcel por decisión judicial, a la vista de los indicios de que han incurrido en graves delitos.

No existen presos políticos en España. Pero la coincidencia de Podemos con la narración del independentismo no es casual. Su estrategia pasa por aprovechar este difícil momento para dinamitar el pacto constitucional del 78 y el normal funcionamiento de la democracia. Esta grave irresponsabilidad ya está pasando factura a un grupo que no ha contribuido a la regeneración, como decía pretender, sino a la ruptura.