Este pasado domingo se han celebrado sendas consultas destinadas a establecer una mayor autonomía en las ricas regiones italianas de Lombardía y Véneto, que antaño formaron juntas un reino. A diferencia del referéndum ilegal celebrado en Cataluña el pasado 1 de octubre, estas dos consultas, que no tenían carácter vinculante, se inscribieron dentro de lo dispuesto por la propia Constitución italiana, que contempla la posibilidad de que cada región pueda asumir “formas suplementarias” de autonomía. La respuesta del electorado ha sido mayoritaria a favor del “sí” y ahora lo que permite la Constitución es que puedan abrirse negociaciones entre el Gobierno y las dos regiones para determinar los límites de la autonomía, que deberán ser ratificados por el Parlamento.

En ningún momento los gobernantes venecianos y lombardos, pertenecientes a la Liga Norte, han puesto en duda la vigencia de la Constitución, lo cual no quiere decir que el resultado no haya producido una cierta conmoción por sus eventuales repercusiones económicas e institucionales. Vénetos y lombardos han tenido el suficiente sentido común para situarse en el marco de la ley y no provocar una fractura de la sociedad, acaso el peor de los errores cometidos por el separatismo catalán en su golpe al Estado de Derecho.