El fenómeno migratorio es un gran reto que, bien encauzado, puede ser muy enriquecedor para todos. Así lo plantean los obispos en su mensaje para este domingo en que la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. Partiendo tanto del derecho a no emigrar como de la denuncia de las injusticas que obligan a la gente a abandonar su país, la Iglesia se pronuncia críticamente sobre algunas políticas que vulneran los derechos de las personas migrantes. Ahí se sitúa la petición de alternativas a los Centros de Internamiento o de que España cumpla los cupos de refugiados comprometidos con la UE.

La Conferencia Episcopal huye, sin embargo, de propuestas simplistas, consciente de que «la integración de los inmigrantes es una tarea delicada que exige paciencia y apertura de mente», además de colaboración entre la Administración y la sociedad civil. Los obispos valoran que España haya sido un país modélico en la recepción de extranjeros, evitando la creación de guetos y de brotes xenófobos. El mérito se debe, en gran medida, a la labor de acogida desde la Iglesia y otros ámbitos. Los obispos piden trabajar para una integración efectiva de las personas migrantes que les permita contribuir más eficazmente al bien de toda la sociedad. Para ello el Papa invita a las comunidades cristianas a abrir sus puertas al forastero que llega, recordando de paso, que ese es el criterio por el que el Evangelio nos dice que seremos juzgados.